Hoy el Evangelio nos recuerda la máxima lección del Maestro: la Ley que regirá en el Reino de Dios es una sola: amar. Amar, antes que todo, a Dios, y luego, pero al mismo tiempo, a los demás. Es que la una sin la otra no puede ser. Como dice Juan: si no amamos a nuestros hermanos, a quienes vemos, tampoco amamos a Dios, a quien no vemos, y somos mentirosos. Pero este amor ha de ser, no sólo de palabras, sino, principalmente, de obras. Cuando uno ama se preocupa por la persona a quien ama: quiere estar con ella a toda hora y servirle a toda hora. ¿Sí tenemos nosotros esa preocupación por estar con Jesús siquiera de vez en cuando, visitándolo en el Sagrario o reconociéndolo en el rostro cansado de nuestros hermanos más necesitados? Eso es el cristianismo: amor y oración a Dios, y servicio y acogida a nuestros hermanos.
Propósito: Hoy visitaré, así sea espiritualmente, a Jesús en el Sagrario.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario