jueves, 20 de septiembre de 2012

JESÚS: EJEMPLO DE OBEDIENCIA


Jesús: ejemplo de obediencia - I Parte
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19 de Septiembre de 2012 / 
 

Redacción (Miércoles, 19-09-2012, Gaudium Press) Dice un conocido proverbio: verba volant, exempla trahunt, esto es, las palabras vuelan, pero son los ejemplos los que arrastran y mueven la voluntad del hombre. De esta forma, no basta una explicación teórica o un tratado de moral para convencer a una persona a practicar cierta virtud; lo que es preciso, antes que nada, es haberla visto grabada no en un papel, sino en alguien.
9.jpgEste fue el procedimiento de Nuestro Señor Jesucristo al encarnarse. No sería convincente que Él solo viniese a la Tierra, dictase su doctrina a algunos hombres y después retornase al Cielo, "era necesario verlo vivo, como modelo de aquello que Él mismo había enseñado".1 Por eso que, después del lavado de los pies Él también dijo a sus discípulos: "Les di el ejemplo para que, como yo lo hice, así lo hagan también vosotros" (Jn 13,15). De esta forma, el Divino Maestro estimulaba a sus discípulos a modelar no solo sus actos, sino el corazón conforme al de Él.
A ese respecto, Hamon dejó excelente explicación:
Cuando Dios, en sus eternos decretos, decidió la encarnación del Verbo, Él se propuso mostrar a los ojos de los hombres el modelo de la vida nueva que debería salvarlos. Como hombre, el Verbo encarnado les mostraría el camino; como Dios, Él les daría la garantía de la perfección del modelo. Sus virtudes serían inmutables, pues ellas serían la acción de un hombre, y ellas serían una regla segura, ya que sería la acción de un Dios. 2
En la encarnación, obediencia al Padre
Fue por medio de la virtud de la obediencia que se realizó el sublime misterio de la encarnación del Verbo y de la redención de la humanidad. El Hijo Unigénito de Dios se anticipó en hacer la voluntad del Padre. Conforme el propio Padre Eterno revelara a Santa Catalina de Siena:
La humanidad que yo tanto amaba, ya no conseguía alcanzar su meta, que soy yo. Movido por mi gran caridad, tomé en las manos las llaves de la obediencia y la entregué a mi Hijo. [...] Ahora, quiero que comprendas cómo esa gran virtud fue practicada por el Cordero inmaculado [...]. ¿Cuál fue la razón por la cual se mostró él tan obediente? Fue su amor por mi gloria y por la salvación de los hombres. [...] El Verbo encarnado fue fiel a mí, Padre eterno; por eso corrió apasionado por el camino de la obediencia. [...] Es en el Verbo encarnado, por tanto, que encontramos la obediencia total. 3
El divino ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo descrito por la pluma de los evangelistas, bajo el influjo del Espíritu Santo, es puesto en realce bajo un aspecto esencial de su misión en esta Tierra: Él se encarnó a fin de cumplir la voluntad del Padre, haciéndose obediente hasta la muerte.
7.jpgEn esta sumisión, Jesús quiso mostrar a los hombres cuánto amó la obediencia, pues siendo consubstancial con el Padre, abandonó esta igualdad para revestirse de nuestra carne, asumiendo la condición de esclavo (Fl 2, 7). Encontramos en los textos sagrados que "el Verbo se hizo carne" (Jo 1, 14), y en otra parte de la escritura: "y se hizo obediente" (Fl 2,8). Por eso, afirma Gay: "Hacerse carne es su constitución; hacerse obediente, es su condición: una resulta de la otra, y ésta se apoya sobre aquella; donde viene que ella es esencial y no puede cambiar". 4
Inmediatamente al entrar en este mundo, nuestro Redentor nos dio muestra del valor de la obediencia a través de su humildad. Él, como Dios y Señor de todas las cosas, podría haber creado un palacio suntuoso para nacer en medio de las riquezas, con todo prefirió una simple gruta, en una de las ciudades más apagadas de Judá y para cuna escogió un pobre pesebre compuesto de pajas. De su primera actitud podríamos esperar que Él hubiese manifestado algún deseo. ¿Cuál habrá sido?
El Hijo de Dios, entrando al mundo, no dijo: yo haré eso, yo iré para allá, yo viviré en tal casa, yo seguiré el género de vida que me venga en gana, yo contentaré todos mis deseos. Pasando del seno de la virgen a un pobre pesebre, apenas ve la luz de este mundo cuando ya mira al cielo, entreabre sus bracitos y dice con amor a su Padre Divino: "Heme aquí, yo vengo, oh Dios, para hacer vuestra voluntad" (Hb 10, 9). 5
Por Flávia Cristina de Oliveira

Bajado por: J. RUIZ