lunes, 31 de diciembre de 2012

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA


                        "LA PALABRA ESTABA EN DIOS Y LA PALABRA ERA DIOS"

La  Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
    "...En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado".
            Juan 1, 1-18                                                                                                                                                           
       "La Palabra era Dios...y sin ella no se hizo nada de cuanto existe". El Verbo, la Palabra: ése es Dios hecho hombre, ese es Jesús. Y esa Palabra, que es la Luz verdadera y por la que el mundo fue hecho, vino al mundo y el mundo no la recibió. No recibió a Dios que venía a salvarlo. Sin embargo, "a los que la recibieron, les dio el poder de hacerse hijos de Dios". Acojamos la Palabra, no sólo en nuestros oídos sino principalmente en nuestro corazón. Acojámosla sin condiciones, como quien de veras cree en Ella y en su poder, y vivámosla como la presencia real y liberadora que es, de Jesús, por quien toda la gracia de Dios llega hasta nosotros. Leamos la Sagrada Biblia, entonces, todas las veces que nos sea posible, con el corazón y el espíritu despiertos y alerta para que el Espíritu del Señor nos ilumine y nos ayude a captar el mensaje que para cada uno guarda en sus palabras. Proclamemos y compartamos su lectura, pues Ella vino para todos los hombres, sin acepción de personas.
Propósito: Hoy, y en adelante, procuraré ser más cuidadoso en la lectura de la Biblia, consciente de que es Palabra de Dios.
                            ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
                                                                             Lunes. Diciembre 31 de 2012
J. RUIZ


domingo, 30 de diciembre de 2012

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA


FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


La Sagrada Familia
La Sagrada Familia


   "...Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando. El les dijo: Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres".
                                                                                              Lucas 2, 41-52
                                    HOY ES LA FIESTA DE LA FAMILIA
       El Evangelio de hoy es una invitación a echar una mirada reflexiva a uno o, talvez, al problema más crítico que enfrenta la sociedad de hoy: la desintegración de la familia. Una mal pretendida igualdad, que no tiene en cuenta para nada las necesarias y evidentes diferencias entre las personas, está llevando a la ruina las relaciones intrafamiliares. El verdadero amor cristiano y el espíritu de servicio mutuo entre todos los miembros de la familia, no tienen porqué afectar, de ninguna manera, la verdadera igualdad, que es la dignidad de ser hijos de Dios, sino que, al mismo tiempo que respetan las diferencias, contribuyen a lograr la unidad entre ellos. No se debe hablar, ni debe haber motivo para que se hable, de sumisión y dominación. Concertación y armonía, dentro de un marco de amor familiar,  deben ser las palabras que dirijan todas las actitudes dentro de las relaciones familiares. Y el modelo a seguir es el que nos muestra hoy la Iglesia en el Evangelio: la Sagrada Familia de Nazareth, en donde, a pesar de la pobreza y talvez carencia de algunas cosas, lo que se alcanza a vislumbrar es el amor y solicitud de María y José, sin abusos ni nepotismos de ninguna clase, por el Niño Jesús, y el respeto y acatamiento de normas y consejos por parte de Él, y su "sometimiento", completamente voluntario y por amor, a ellos. Los valores que no se aprenden en el hogar, muy difícilmente se aprenden en otra parte. El amor, el conocimiento de Dios, el respeto por la vida y la dignidad del hombre, es allí, al calor de la familia, donde se aprenden. Esos padres de familia que "pierden el tiempo" jugando con  sus hijos, cuidándolos, haciéndolos felices, son los verdaderos constructores de una sociedad justa y en paz, porque un niño que es feliz será, más adelante un hombre bueno.
         Recordemos hoy, de manera muy especial, a los secuestrados que hay en el país. Ellos pertenecen a unas familias que hoy están de luto, desintegradas por esta situación, a la cual son ajenas, tanto sus miembros, como los mismos secuestrados. Que el Buen Dios ilumine la insensatez de sus secuestradores, y les devuelvan la libertad que nunca debieron arrebatarles.
Propósito: Hoy revisaré mi relación y trato con mi familia.
                              ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO "
                                                                               Domingo. Diciembre 30 de 2012
J. RUIZ

viernes, 28 de diciembre de 2012

DEFENDAMOS LA FAMILIA

Familia, ¡sé lo que eres!
Cuando asistimos a un evidente cambio de paradigma en la familia la familia emerge en su verdad interior
 
Familia, ¡sé lo que eres!
Familia, ¡sé lo que eres!
“Todo queda en puro poder, poder en voluntad, voluntad en apetito, y el apetito, ese lobo universal, doblemente secundado por voluntad y poder, hace del universo todo su presa, hasta devorarse a sí mismo”. Este diagnóstico de Shakespeare, donde manifiesta al destemplado hijo que asesina a su padre y donde la ley es la fortaleza del imbécil para tragarse instituciones y tradiciones, como si no hubiera miembros distintos en el cuerpo y todo confluyese al fin en un difuso y envidioso igualitarismo, constituye el auténtico desafío, la verdadera actividad subversiva amenazante de la familia.

Con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia el próximo 30 de diciembre, el
mensaje de los obispos se ha centrado en algo tan esencial como “Educar la fe en familia”, invitando a potenciar la reflexión sobre la decisiva importancia de la familia para vivir y crecer en la fe, en un tiempo donde la misma familia se siente golpeada por los constantes cambios en la sociedad. La vivencia cristiana, sofocada en muchos miembros de la familia por diversas circunstancias, puede “renacer” desde el testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de “abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios”, como afirma en Porta fidei Benedicto XVI.

Pero no sólo la anhelada uniformidad y el debilitamiento en la transmisión de la fe se han convertido en nuestra época en dos portentosos retos de la familia. La permisividad sexual y el emotivismo yerguen su pecho sobre la realidad social, postulándose como un virus destructor donde la familia deberá encontrar y activar sus propios mecanismos de defensa si quiere sobrevivir a esta feroz espiral de relativismo.

Cuando asistimos a un evidente cambio de paradigma en la familia, a una nueva estructura de las relaciones sociales, económicas y familiares, con propuestas resultantes de diversas variables; cuando nuestra cultura sueña haber alcanzado la tierra de promisión desde la exaltación de una libertad sin vínculos y el ominoso objetivo de moldear la naturaleza desde la legislación y la educación, impregnadas de la “ideología de género”, lejos de inventarse, la familia emerge en su verdad interior de ser una comunidad de personas, una comunidad de vida y de amor vinculada al designio de Dios sobre ella.

Cuando la nueva ortodoxia occidental propone un voraz emotivismo, capaz de menoscabar la estabilidad del matrimonio y la familia en su propuesta de sobrevalorar la emoción en detrimento de la razón, diluyéndose la misma idea de familia; cuando el designio del mundo consiste en ampliar los conceptos de “matrimonio” y “familia” hasta comprender a cualquier grupo de personas entre las que se dé un vínculo sexual y afectivo, ajeno a la duración de la relación o el número y sexo de los partners, se hace más necesario y urgente para la familia perseverar en sus relaciones constitutivas y en su propia identidad en un tiempo obstinado en la deconstrucción de las relaciones personales.

La concepción emotivista de la familia, la frívola y malsana costumbre de “dejarse llevar por los sentimientos”, ha desembocado en la presuntuosa proclividad de llamar también matrimonio o familia a las parejas homosexuales: si lo sustantivo es el sentimiento, ¿por qué el amor entre personas del mismo sexo debería valer menos que el amor entre heterosexuales? Pero semejante propuesta emotivista nos depara además una funesta consecuencia: la volatilidad creciente de la familia, cuya estabilidad queda supeditada a los vaivenes de la emoción, como bien explica desde su propia experiencia personal Leonardo Mondadori: “El valor de la indisolubilidad parece haberse vuelto incomprensible: la gente cree que el amor entre los cónyuges consiste en “sentir algo”, en “quererse” en un sentido sentimental. Cuando uno piensa que ya no “siente” nada se considera incluso un deber irse cada uno por su lado en busca de un nuevo “sentimiento”. La entrega personal, el sacrificio, el perdón, la comprensión, la paciencia, la fidelidad jurada: todo lo que hace posible que la unión de un hombre y una mujer resista el desgaste del tiempo, no entra ya en el plan de vida”.

La familia se comprenderá a sí misma como un sistema social definido por las relaciones de conyugalidad y generatividad, por la reciprocidad y el don, relaciones negadas desde la legislación que hay que preservar o rehacer: no debería permitirse que se fuera cayendo la familia a pedazos -dirá Chesterton- porque nadie tiene el debido sentido histórico de eso que se está desmoronando, de lo que se ha convertido ya en un verdadero “éxodo de lo doméstico”.

Desasistida por la ley y eclipsada por la cultura, la familia, sin embargo, es defendida y protegida por los organismos nacionales e internacionales en sus textos jurídicos. La Declaración de los Derechos Humanos de la ONU establece: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene el derecho a la protección de la sociedad y del Estado” (a.16, 3). Y la Constitución Española de 1978 determina: “los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia” (a.39).

En la Carta Magna de los Derechos Fundamentales de la Familia (24-XI-1983), se señalará que tales derechos “están impresos en la conciencia del ser humano y en los valores comunes de toda la humanidad”, así como que “derivan de la ley inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano”. Por tanto, los derechos de la familia derivan de la misma naturaleza de la familia, y no sólo de las exigencias de la doctrina católica.

Asimismo, el Documento Pontificio “desea estimular a las familias a unirse para la defensa y promoción de sus derechos”, dirigiéndose, finalmente, a “todos los hombres y mujeres para que se comprometan a hacer todo lo posible, a fin de asegurar que los derechos de la familia sean protegidos y que la institución familiar sea fortalecida para bien de toda la humanidad, hoy y en el futuro”.

Los derechos fundamentales de la familia, “aunque no constituyen un tratado de moral familiar”, ofrecen unos principios éticos válidos no sólo para las familias, sino también para las personas y los poderes públicos, precisamente en un momento crucial donde no se respeta el derecho a la vida ni a la libertad religiosa en muchos lugares del mundo, ni tampoco parece existir una política familiar adecuada cuando es el mismo concepto de familia lo que ha entrado en crisis.

La familia, se quiera reconocer o no, es la estructura social de la humanidad más universal, la célula básica de cualquier sociedad. El cristianismo, leyéndola de atrás adelante, la convirtió en Sagrada Familia, “un modelo perfecto de vida familiar, fundada en la fe, la esperanza y la caridad”, el “Hogar santo donde José, María y el Niño nos han enseñado con su vida silenciosa y humilde la dignidad y el valor de la familia”. En esta gran fiesta de la familia, conviene recordar las palabras del beato Juan Pablo II, que se convierten además en un poderoso estímulo: “Toda familia descubre y encuentra en sí misma la llamada imborrable, que define a la vez su dignidad y su responsabilidad”. ¿Por qué buscar fuera lo que está dentro, no reconocer que la vida no es algo que provenga del exterior?: “Familia, ¡sé lo que eres!”.

Roberto Esteban Duque.

Bajado por:  J. RUIZ

viernes, 21 de diciembre de 2012

TIEMPO DE NAVIDAD

                                             

 
                                                   TIEMPO DE ALEGRÍA Y DE SERVICIO


Cuando Juan predicaba, recordando las palabras de Isaías: "Preparen los caminos del Señor, enderecen sus senderos", le preguntaba la gente: "¿Qué debemos hacer? Les respondía: El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto haga el que tenga comida" (Lucas 3, 4-10-11).

Esa es la clave para vivir como cristianos, no sólo el Tiempo de Adviento, sino toda nuestra vida. Amar a Dios y, por su amor, servir a los demás. Morir al egoísmo lo que es igual a morir a nosotros mismos. Pensar en el otro cuando estamos disfrutando de algo bueno, y desear que también lo disfrute y, si es posible, hacer que lo disfrute.

Si queremos hacer el bien tenemos que comenzar por no hacer el mal a nadie. Aprendamos a ver en las actuaciones de los demás sólo lo bueno que pueda haber en ellas, y, de ser posible sin dañar a nadie, disimulemos lo menos bueno que pudiéramos encontrar.

Estas cosas  son posibles sólo cuando y donde hay amor. Y para que haya amor debemos conocer a quien vamos a amar, comenzando por Aquel que nos lo enseña: Jesús, nuestro Salvador. Y para conocerle a Él tenemos que conocer su Palabra, su doctrina, su persona: debemos leer y vivir la Sagrada Escritura.

Es que lo que tenemos por ganar, si así lo hacemos, es tanto y tan grande que no sé porqué tenemos dudas y, muchas veces, ni siquiera pensamos en ello: "Pero a los que la recibieron (su palabra) , a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios" (Juan 1, 12)

J. RUIZ

TIEMPO DE ADVIENTO



 TIEMPO DE NAVIDAD

Tiempo de Adviento, tiempo de Navidad, tiempo de Esperanza, tiempo de Alegría. Estamos alegres porque lo que esperamos es una Buena Noticia: la llegada de nuestro Salvador a redimir, a pagar, a cancelar la cuenta que tenemos pendiente con el Creador.

Ya Juan, el Bautizador, el hombre más grande entre los nacidos de mujer, según el mismo Jesús, nos explicó, desde hace más de dos mil años, cómo debemos esperarlo. Cuando andaba por Galilea gritando como "voz en el desierto: preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos", a quienes le preguntaron "¿Qué debemos hacer?", les respondió: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto el que tenga comida".

Servir y compartir. Cosas que sólo hacemos por amor y  por amor a quien a todos sirve, y a quien todo lo compartió, hasta su vida, por nosotros. Pero para amar, primero tenemos que conocer a quién vamos a amar. Osea que, para amar a Dios, quien nos amó primero, debemos conocerlo. Y esto sólo vamos a conseguirlo si leemos, escuchamos, acogemos y vivimos su Palabra con el corazón totalmente abierto para dejarla actuar en nosotros.

Y si lo logramos, las ganancias son tan grandes, los beneficios tan inconmensurables, que no comprendo cómo es que no vivimos pendientes de ello. "Pero a los que la recibieron (su Palabra), a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios". (Juan 1, 12).

Nade menos que "capaces de ser hijos de Dios". Hijos de quien todo lo puede, de quien todo lo tiene y de quien todo nos lo da. Es algo tan grande y nosotros tan insignificantes, que nos sobrepasa. Es como aquello de que "el bosque es tan grande y tan espeso, que no nos deja ver los árboles".

Recordemos, entonces, de quién es la fiesta, a quién es que esperamos. No nos dejemos enredar por los abrazos, por las felicitaciones, por las carreras, por las compras, por las comidas especiales, cosas todas para satisfacernos a nosotros mismos. Recordemos que esperamos a Jesús, a Dios hecho hombre por amor al hombre, y no olvidemos las instrucciones de Juan para recibirlo como se merece:
                                             
                                                   AMAR Y COMPARTIR

J. RUIZ

lunes, 3 de diciembre de 2012

NUESTRO PATRONO


   SAN FRANCISCO JAVIER
                Patrono de nuestra Parroquia
Hoy celebra la   Iglesia el día de San Francisco Javier, a quien el Papa Pío X  nombró Patrono  oficial de las misiones extranjeras y de todo lo que tuviera que ver con la propagación de la fe.

En este AÑO DE LA FE, en el que el Santo Padre nos pide que, de una manera especial, los católicos dirijamos todos nuestros mejores esfuerzos y nuestras más fervorosas oraciones a buscar la expansión del Reino de Dios entre nosotros, por medio de la evangelización y de la proclamación de la Palabra, siendo testimonios vivos de ella, debemos repetir con el patrono el reclamo del Gran Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!” (1 Cor. 9, 16).

Después de haber sido convencido de las vanidades de este mundo, por las repeticiones constantes de la pregunta de Mateo, 6, 26: "de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?", por parte de San Ignacio de Loyola, comprometido en esos días en la fundación  de la Compañía de Jesús, los célebres jesuitas, a Francisco se le cambió totalmente su vida. Comprendió perfectamente, por la gracia de Dios, en unos retiros espirituales, dirigidos por Ignacio,  que, para el hombre, las aspiraciones a honores y bienes materiales no significan realmente nada; que son demasiado efímeros y pasajeros y que existen cosas que son verdaderamente trascendentes y perdurables y son las espirituales que conforman el Reino de Dios y su justicia.

Y, como en el mundo existían tantos hombres que no tenían conocimiento de estas verdades y como éstas eran para todos los hombres, Javier se dedicó por entero a proclamarlas y a vivir únicamente en función de llevar el conocimiento de Dios a cuantas almas le fuera posible. Logró que fuera destinado por Ignacio a evangelizar en el oriente: la India, Japón y China, a donde sólo alcanzó a llegar. Allí, a la vista del inmenso territorio que tanto soñó conquistar, lo encontró  la muerte en medio del ardor del fuego amoroso por Cristo y por los hombres, que lo consumía día y noche y que le hizo ganar el título de “Divino Impaciente”.

En este año de la NUEVA EVANGELIZACIÓN, dirigida muy especialmente a los bautizados que hemos perdido el rumbo por los caminos tramposos de las banalidades de este mundo moderno, materialista, consumista y hedonista, debemos tener a Francisco como nuestro estandarte y adalid en la lucha por comprender la vanidad efímera de todas esas quimeras, para que nos haga comprender, como él lo hizo, que “para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1, 21).

J. RUIZ

viernes, 23 de noviembre de 2012

RINCÓN DE LA POESÍA



          VERSIÓN DE DIOS

En la oquedad de nuestro barro breve
el mar sin nombre de Su luz no cabe.
Ninguna lengua a Su Verdad se atreve.
Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.


Mayor que todo dios, nuestra sed busca,
se hace menor que el libro y la utopía,
y, cuando el Templo en su esplendor Lo ofusca,
rompe, infantil, del vientre de María.



El Unigénito venido a menos
traspone la distancia en un vagido;
calla la Gloria y el Amor explana;


Sus manos y Sus pies de tierra llenos,
rostro de carne y sol del Escondido,
¡versión de Dios en pequeñez humana!


                                             Pedro Casaldáliga

Bajado por. J. RUIZ

miércoles, 7 de noviembre de 2012

2012 -AÑO DE LA FE- 2013





Desde el 11 de Octubre de 2012, hasta el 24 de Noviembre de 2013, los cristianos católicos de todo el mundo, estaremos viviendo el AÑO DE LA FE, convocado por el Papa Benedicto XVI, desde hace un año.
Se trata de hacer una reafirmación y un refuerzo de nuestras creencias en la Palabra proclamada y vivida por nuestro Señor Jesucristo y sus discípulos verdaderos, desde la perspectiva de la opción por los pobres y demás excluídos del mundo, teniendo en cuenta que es, la única manera de alcanzar la salvación, según lo afirma Marcos en 16, 16: “Quien crea y se bautice, se salvará; quien no crea se condenará”.
Que sea, pues, nuestra oración en este año:
       
            ¡! SEÑOR, AUMÉNTANOS LA FE ¡!    

J. RUIZ 

lunes, 29 de octubre de 2012


Con Jesús en medio de la crisis

Antes de que se ponga en camino, un desconocido se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema: "¿Qué haré para heredar la vida eterna?". No le preocupan los problemas de esta vida. Es rico. Todo lo tiene resuelto.
Jesús lo pone ante la Ley deMoisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la religión judía: "Todo eso lo he cumplido desde pequeño".
Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie. Jesús lo quiere atraer ahora para que colabore con él en su proyecto de hacer un mundo más humano, y le hace una propuesta sorprendente: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres... y luego sígueme".
El rico posee muchas cosas, pero le falta lo único que permite seguir a Jesús de verdad. Es bueno, pero vive apegado a su dinero. Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús colaborando en su proyecto.
El joven se siente incapaz. Necesita bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo. Renuncia a seguir a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de colaborar con Jesús.
La crisis económica nos está invitando a los seguidores de Jesús a dar pasos hacia una vida más sobria, para compartir con los necesitados lo que tenemos y sencillamente no necesitamos para vivir con dignidad. Hemos de hacernos preguntas muy concretas si queremos seguir a Jesús en estos momentos.
Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero: ¿Qué hacer con nuestro dinero? ¿Para qué ahorrar? ¿En qué invertir? ¿Con quiénes compartir lo que no necesitamos? Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo: ¿Qué compramos? ¿Dónde compramos? ¿Para qué compramos?
¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?
Son preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias, comunidades cristianas e instituciones de Iglesia. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en esta dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría.
José Antonio Pagola
14 de octubre de 2012
28 Tiempo ordinario (B)
Marcos 10, 17-30
Bajado por: J. RUIZ

sábado, 27 de octubre de 2012

COMUNIÓN


Comensalidad: paso de lo animal a lo humano

2012-10-23


 La especificidad del ser humano surgió de una forma misteriosa y es de difícil reconstrucción histórica. Pero hay indicios de que hace siete millones de años a partir de un antepasado común habría comenzado la separación lenta y progresiva entre los simios superiores y los humanos. 
Etnobiólogos y arqueólogos nos señalan un hecho singular. Cuando nuestros antepasados antropoides salían a cosechar frutos, semillas, cazas y pesca, no comían individualmente. Recogían los alimentos y los llevaban al grupo. Y ahí practicaban la comensalidad, esto es: distribuían los alimentos entre ellos y los comían comunitariamente. Esta comensalidad permitió el salto de la animalidad hacia la humanidad. Esa pequeña diferencia hace toda una diferencia.
Lo que ayer nos hizo humanos, todavía hoy sigue haciéndonos de nuevo humanos. Y si no está presente, nos deshumanizamos, crueles y sin piedad. ¿No es esta, lamentablemente, la situación de la humanidad actual?
Un elemento productor de humanidad, estrechamente ligado a la comensalidad, es la culinaria, la cocina, es decir, la preparación de los alimentos. Bien escribió Claude Lévi-Strauss, eminente antropólogo que trabajó muchos años en Brasil: «el dominio de la cocina constituye una forma de actividad humana verdaderamente universal. Así como no existe sociedad sin lenguaje, así tampoco hay ninguna sociedad que no cocine algunos de sus alimentos».
Hace 500 mil años el ser humano aprendió a hacer fuego y a domesticarlo. Con el fuego empezó a  cocinar los alimentos. El «fuego culinario» es lo que diferencia al ser humano de otros mamíferos complejos. El paso de lo crudo a lo cocido se considera uno de los pasos del animal al ser humano civilizado. Con el fuego surgió la cocina propia de cada pueblo, de cada cultura y de cada región.
No se trata nunca de cocinar solamente los alimentos sino de darles sabor. Las distintas cocinas crean hábitos culturales, entre nosotros frecuentemente vinculados a ciertas fiestas como Navidad (pavo asado), Pascua (huevos de chocolate), año nuevo (carne de cerdo) san Juan (maíz asado) y otras.
Nutrirse nunca es un acto biológico individual mecánico. Consumir comensalmente es comulgar con los que comen con nosotros, comulgar con las energías cósmicas que subyacen a los alimentos, especialmente la fertilidad de la tierra, el sol, los bosques, las aguas y los vientos.
Debido a este carácter numinoso del comer/consumir/comulgar, toda comensalidad es en cierta forma sacramental. Adornamos los alimentos, porque no comemos sólo con la boca sino también con los ojos. El momento de comer es uno de los más esperados del día y de la noche. Tenemos la conciencia instintiva y refleja de que sin el comer no hay vida ni supervivencia, ni alegría de existir y de coexistir.
Durante millones de años los seres humanos fueron tributarios de la naturaleza, sacaban de ella lo que necesitaban para sobrevivir. De la apropiación de los frutos de la naturaleza evolucionaron hacia su producción mediante la creación de la agricultura que supone la domesticación y el cultivo de semillas y plantas.
Hace unos 10 a 12 mil años ocurrió tal vez la mayor revolución de la historia humana: de nómadas, los seres humanos se hicieron sedentarios. Fundaron los primeros pueblos (12.000 a.C.), inventaron la agricultura (9.000 a.C.) y empezaron a domesticar y a criar animales (8.500 a.C.). Se creó un proceso civilizatorio extremadamente complejo con revoluciones sucesivas: la industrial, la nuclear, la cibernética, la de la nanotecnología, la de la información hasta llegar a nuestro tiempo.
Primero, fueron cultivados vegetales y cereales salvajes, probablemente por obra las mujeres, más observadoras de los ritmos de la naturaleza. Todo parece haberse iniciado en Oriente Medio entre los ríos Tigris y Éufrates y en el valle del Indo de la India. Ahí se cultivó el trigo, la cebada, la lenteja, las habas y el guisante. En América Latina fue el maíz, el aguacate, el tomate, la yuca y los fríjoles. En Oriente fue el arroz y el mijo. En África, el maíz y el sorgo.
Después, hacia 8.500 a.C. se domesticaron especies animales, comenzando por cabras, carneros, y luego el buey y el cerdo. Entre las galináceas la primera fue la gallina. Todo fue por la invención de la rueda, la azada, el arado y otros utensilios de metal hacia el año 4.000 a.C.
Estos pocos datos son hoy día avalados científicamente por arqueólogos y etnobiólogos usando las más modernas tecnologías del carbono radioactivo, el microscopio electrónico y el análisis químico de sedimentos, de cenizas, de pólenes, de huesos y carbones de maderas. Los resultados permiten reconstruir cómo era la ecología local y cómo se efectuaba su utilización económica por parte de las poblaciones humanas.
Al plantar y recoger el trigo o el arroz se podían crear reservas, organizar la alimentación de los grupos, hacer crecer la familia y así la población. El ser humano tuvo que ganar la vida con el sudor de su frente. Y lo hizo con furor. El avance de la agricultura y de cría de animales hizo desaparecer lentamente la décima parte de toda la vegetación salvaje y de todos los animales. Todavía no había preocupación por la gestión responsable del medio ambiente. También sería difícil imaginarla, dada la riqueza de los recursos naturales y la capacidad de regeneración de los ecosistemas.
De todas formas, el neolítico puso en marcha un proceso que nos ha llegado hasta el día de hoy.  La seguridad alimentaria y el gran banquete que la revolución agrícola podría haber preparado para toda la humanidad, en el cual todos serían igualmente comensales, todavía no puede ser celebrado todavía. Más de mil millones de seres humanos están a los pies de la mesa, esperando alguna migaja para poder matar el hambre.
La Cúpula Mundial de la Alimentación celebrada en Roma en 1996, que se propuso erradicar el hambre para el 2015, dijo que «la seguridad alimentaria existe cuando todos los seres humanos tienen, en todo momento, acceso físico y económico a una alimentación suficiente, sana y nutritiva, que les permite satisfacer sus necesidades energéticas y sus preferencias alimentarias a fin de llevar una vida san y activa». Ese propósito fue asumido por las Metas del Milenio de la ONU. Lamentablemente la propia FAO en 1998 y ahora la ONU comunicaron que estos propósitos no serán alcanzados a menos que se supere el foso demasiado grande de las desigualdades sociales.
Mientras no demos este salto no completaremos todavía nuestra humanidad. Este es el gran desafío del siglo XXI, el de ser plenamente humanos.
Leonardo Boff

Bajado por: J.RUIZ

EL AÑO DE LA FE

"LA FE SÓLO CRECE Y SE DESARROLLA
                        CREYENDO.

EN ESTE AÑO DE LA FE, LAS COMUNIDADES PARROQUIALES DE SAN FRANCISCO JAVIER, ENCONTRARÁN LA MANERA DE PROFESAR PÚBLICAMENTE EL CREDO".                  
                     (PORTA FIDEI)



LA FE, ES: LUZ QUE INSPIRA NUESTROS CRITERIOS DE ACTUACIÓN.
FUERZA QUE IMPULSA NUESTRO COMPROMISO DE CONSTRUIR
UNA SOCIEDAD MÁS HUMANA Y JUSTA.
ESPERANZA QUE ANIMA TODO NUESTRO VIVIR DIARIO.

 "EL AÑO DE LA FE, SERÁ UN MOMENTO DE GRACIA
Y DE COMPROMISO POR UNA CADA VEZ MÁS PLENA
CONVERSIÓN A DIOS, PARA REFORZAR NUESTRA FE
EN ÉL Y PARA ANUNCIARLA CON GOZO AL HOMBRE
 DE NUESTRO TIEMPO".
                              (BENEDICTO XVI)





P. Dionisio




miércoles, 3 de octubre de 2012



TENEMOS OBLIGACIONES

                   Estamos para comenzar el “Año de la Fe” y los Cristianos Católicos tenemos obligaciones y deberes que nos certifiquen como tales, de acuerdo con esa Fe que decimos profesar.

Los cristianos tenemos el deber de defender, aun a costa de nuestra seguridad y de nuestra propia vida, el principio de la inviolabilidad de la vida, en cualquiera de sus etapas evolutivas, desde el momento mismo de su concepción hasta el instante mismo de su último estertor. Aquí no valen las excusas de “la muerte digna”, del “hijo no deseado”, de que “la mujer es dueña absoluta de su cuerpo”, de que “la vida sin calidad no es vida”. Habría que comenzar por definir qué es “calidad de vida”. Y cuando no se desea tener un hijo porque no se quiere o porque no se puede o por cualquiera otro motivo, existen soluciones mucho más humanas, como podría ser la adopción, que sacrificarlo por medio del aborto pre-parto o por un aborto  post-parto, que no es otra cosa que un asesinato, como ya desgraciadamente, se llegó a proponer en algún país europeo, olvidando, o talvez recordando, que en el antiguo Egipto, según nos cuenta la Biblia, los faraones mandaban asesinar a los hijos varones de los israelitas porque ese pueblo estaba creciendo mucho y podría llegar a sublevarse –recordemos el origen de Moisés-, y la historia nos enseña que en la Esparta de los tiempos del legislador Licurgo a las niñas se las mataba, porque lo que necesitaban eran guerreros para sus planes expansionistas de conquista.

Los cristianos tenemos el deber de defender la constitución de la pareja humana como fue desde el principio en la mente insondable y perfecta de Dios, fuente y origen de la vida, hasta ahora no desmentido por la ciencia, basada en la complementariedad de los dos géneros sexuales realmente existentes: hombre y mujer, varón y hembra. Cada miembro de la pareja humana, dentro de la igualdad de género, está destinado para cumplir, cada uno, una función distinta, necesaria y complementaria para el normal y completo y sano desarrollo de la unidad familiar, célula madre de la sociedad, y para lo cual una pareja de “hombre con hombre” o “mujer con mujer”, como diría la confundida reina, no está naturalmente preparada.
Los cristianos tenemos el deber de promover una sociedad más justa para que pueda darse una verdadera paz entre iguales, teniendo en cuenta que la primera regla de la igualdad es, precisamente, la equidad. No alcanza a satisfacer de igual manera las necesidades básicas, un salario de un millón de pesos, para una pareja sola que para una pareja con uno o dos hijos.

Los cristianos tenemos el deber de no callar cuando conocemos del hambre que tantos padecen y que inmisericordemente conduce hasta la muerte, no por falta de recursos, sino por el egoísmo de quienes han creído ser los únicos dueños de ellos, olvidándose, convenientemente, de que no son mas que administradores de los mismos, y de la función social que toda riqueza debe cumplir para el desarrollo armónico del bienestar de los pueblos. Desde el Egipto antiguo los faraones, bajo el modelo establecido por José el hijo de Jacob y vendido por sus hermanos, durante el tiempo de las “vacas gordas” y aprovechándose del dinero que tenían en sus arcas, compraron toda la producción de trigo del país y de los países vecinos. Y cuando llegaron las “vacas flacas”, los tiempos de la escasez y de la hambruna, abrieron sus graneros y comenzaron a vender, al precio fijado por ellos, el trigo conseguido a precios de oferta abundante, esto es, los más bajos posible del mercado. Y cuando el dinero se les acabó a los compradores, el faraón les recibió sus bestias y ganados y aves de corral y, por último, sus tierras a cambio del preciado grano. Y cuando ya nada de esto les quedó a los pueblos compradores, tuvieron que entregarse ellos y sus familias, como esclavos, para el servicio de los egipcios constituidos así en grandes explotadores de los desposeídos, en un modelo perfecto de lo que hoy, casi tres mil años después, estamos viviendo en todo el mundo.

Pero ahora, como entonces, el clamor del pueblo explotado será escuchado, y el Dios de Abraham y de Jacob, el Padre Bueno y Misericordioso, se acordará de su promesa y, como Él no puede faltar a ella, el Hijo que envió al rescate saldrá victorioso, lo librará de sus opresores y lo llevará hasta la tierra prometida, donde “no sólo habrá comida y bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo”.
¡! Ese es el Reino de Dios y esa es nuestra fe. Cumplamos con ella ¡!

Jesús M. Ruiz A.

Octubre 3 de 2012





LA "NUEVA CARRERA"

Raniero Cantalamessa
| Fuente: Religión en Libertad
 La «nueva carrera» inventada por Cristo

 En el servicio, en cambio, todos se benefician de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo La «nueva carrera» inventada por Cristo «Entonces se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”» ¿Es que Jesús condena, con estas palabras, el deseo de sobresalir, de hacer grandes cosas en la vida, de dar lo mejor de uno, y privilegia en cambio la dejadez, el espíritu abandonista, a los negligentes? Así lo pensaba el filósofo Nietzsche, quien se sintió en el deber de combatir ferozmente el cristianismo, reo, en su opinión, de haber introducido en el mundo el «cáncer» de la humildad y de la renuncia. En su obra -Así hablaba Zaratustra- él opone a este valor evangélico el de la «voluntad de poder», encarnado por el superhombre, el hombre de la «gran salud», que quiere alzarse, no abajarse.
 Puede ser que los cristianos a veces hayan interpretado mal el pensamiento de Jesús y hayan dado ocasión a este malentendido. Pero no es ciertamente esto lo que quiere decirnos el Evangelio. «Si uno quiere ser el primero...»: por lo tanto, es posible querer ser el primero, no está prohibido, no es pecado. No sólo Jesús no prohíbe, con estas palabras, el deseo de querer ser el primero, sino que lo alienta. Sólo que revela una vía nueva y diferente para realizarlo: no a costa de los demás, sino a favor de los demás. Añade, de hecho: «...sea el último de todos y el servidor de todos». ¿Pero cuáles son los frutos de una u otra forma de sobresalir? La voluntad de poder conduce a una situación en la que uno se impone y los demás sirven; uno es «feliz» (si puede haber felicidad en ello), los demás infelices; sólo uno sale vencedor, todos los demás derrotados; uno domina, los demás son dominados.
 Sabemos con qué resultados se puso por obra el ideal del superhombre por Hitler. Pero no se trata sólo del nazismo; casi todos los males de la humanidad provienen de esta raíz. En la segunda lectura de este domingo Santiago se plantea la angustiosa y perenne pregunta: «¿De dónde proceden las guerras?» Jesús, en el Evangelio, nos da la respuesta: ¡del deseo de predominio! Predominio de un pueblo sobre otro, de una raza sobre otra, de un partido sobre los demás, de un sexo sobre el otro, de una religión sobre otra... En el servicio, en cambio, todos se benefician de la grandeza de uno. Quien es grande en el servicio, es grande él y hace grandes a los demás; más que elevarse por encima de los demás, eleva a los demás consigo. Alessandro Manzoni concluye su evocación poética de las empresas de Napoleón con la pregunta: «¿Fue verdadera gloria? En la posteridad la ardua sentencia».
 Esta duda, acerca de si se trató de verdadera gloria, no se plantea para la Madre Teresa de Calcuta, Raoul Follereau y todos los que diariamente sirven a la causa de los pobres y de los heridos de las guerras, frecuentemente con riesgo para su propia vida. Queda sólo una duda. ¿Qué pensar del antagonismo en el deporte y de la competencia en el comercio? ¿También estas cosas están condenadas por la palabra de Cristo? No; cuando están contenidas dentro de límites de corrección deportiva y comercial, estas cosas son buenas, sirven para aumentar el nivel de las prestaciones físicas y... para bajar los precios en el comercio. Indirectamente sirven al bien común.
 ¡La invitación de Jesús a ser el último no se aplica, ciertamente, a las carreras ciclistas o a las de Fórmula 1! Pero precisamente el deporte sirve para aclarar el límite de esta grandeza respecto a la del servicio. «En las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio», dice San Pablo (1 Co 9,24). Basta con recordar lo que ocurre al término de una final de 100 metros lisos: el vencedor exulta, es rodeado de fotógrafos y llevado triunfalmente en volandas; todos los demás se alejan tristes y humillados. «Todos corren, mas uno solo recibe el premio». San Pablo extrae, sin embargo, de las competiciones atléticas, también una enseñanza positiva: «Los atletas -dice- se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros en cambio [para recibir de Dios la] corona incorruptible [de la vida eterna]». Luz verde, por lo tanto, a la nueva carrera inventada por Cristo en la que el primero es quien se hace último de todos y siervo de todos.

Bajado por: J. RUIZ

jueves, 20 de septiembre de 2012

JESÚS: EJEMPLO DE OBEDIENCIA


Jesús: ejemplo de obediencia - I Parte
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19 de Septiembre de 2012 / 
 

Redacción (Miércoles, 19-09-2012, Gaudium Press) Dice un conocido proverbio: verba volant, exempla trahunt, esto es, las palabras vuelan, pero son los ejemplos los que arrastran y mueven la voluntad del hombre. De esta forma, no basta una explicación teórica o un tratado de moral para convencer a una persona a practicar cierta virtud; lo que es preciso, antes que nada, es haberla visto grabada no en un papel, sino en alguien.
9.jpgEste fue el procedimiento de Nuestro Señor Jesucristo al encarnarse. No sería convincente que Él solo viniese a la Tierra, dictase su doctrina a algunos hombres y después retornase al Cielo, "era necesario verlo vivo, como modelo de aquello que Él mismo había enseñado".1 Por eso que, después del lavado de los pies Él también dijo a sus discípulos: "Les di el ejemplo para que, como yo lo hice, así lo hagan también vosotros" (Jn 13,15). De esta forma, el Divino Maestro estimulaba a sus discípulos a modelar no solo sus actos, sino el corazón conforme al de Él.
A ese respecto, Hamon dejó excelente explicación:
Cuando Dios, en sus eternos decretos, decidió la encarnación del Verbo, Él se propuso mostrar a los ojos de los hombres el modelo de la vida nueva que debería salvarlos. Como hombre, el Verbo encarnado les mostraría el camino; como Dios, Él les daría la garantía de la perfección del modelo. Sus virtudes serían inmutables, pues ellas serían la acción de un hombre, y ellas serían una regla segura, ya que sería la acción de un Dios. 2
En la encarnación, obediencia al Padre
Fue por medio de la virtud de la obediencia que se realizó el sublime misterio de la encarnación del Verbo y de la redención de la humanidad. El Hijo Unigénito de Dios se anticipó en hacer la voluntad del Padre. Conforme el propio Padre Eterno revelara a Santa Catalina de Siena:
La humanidad que yo tanto amaba, ya no conseguía alcanzar su meta, que soy yo. Movido por mi gran caridad, tomé en las manos las llaves de la obediencia y la entregué a mi Hijo. [...] Ahora, quiero que comprendas cómo esa gran virtud fue practicada por el Cordero inmaculado [...]. ¿Cuál fue la razón por la cual se mostró él tan obediente? Fue su amor por mi gloria y por la salvación de los hombres. [...] El Verbo encarnado fue fiel a mí, Padre eterno; por eso corrió apasionado por el camino de la obediencia. [...] Es en el Verbo encarnado, por tanto, que encontramos la obediencia total. 3
El divino ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo descrito por la pluma de los evangelistas, bajo el influjo del Espíritu Santo, es puesto en realce bajo un aspecto esencial de su misión en esta Tierra: Él se encarnó a fin de cumplir la voluntad del Padre, haciéndose obediente hasta la muerte.
7.jpgEn esta sumisión, Jesús quiso mostrar a los hombres cuánto amó la obediencia, pues siendo consubstancial con el Padre, abandonó esta igualdad para revestirse de nuestra carne, asumiendo la condición de esclavo (Fl 2, 7). Encontramos en los textos sagrados que "el Verbo se hizo carne" (Jo 1, 14), y en otra parte de la escritura: "y se hizo obediente" (Fl 2,8). Por eso, afirma Gay: "Hacerse carne es su constitución; hacerse obediente, es su condición: una resulta de la otra, y ésta se apoya sobre aquella; donde viene que ella es esencial y no puede cambiar". 4
Inmediatamente al entrar en este mundo, nuestro Redentor nos dio muestra del valor de la obediencia a través de su humildad. Él, como Dios y Señor de todas las cosas, podría haber creado un palacio suntuoso para nacer en medio de las riquezas, con todo prefirió una simple gruta, en una de las ciudades más apagadas de Judá y para cuna escogió un pobre pesebre compuesto de pajas. De su primera actitud podríamos esperar que Él hubiese manifestado algún deseo. ¿Cuál habrá sido?
El Hijo de Dios, entrando al mundo, no dijo: yo haré eso, yo iré para allá, yo viviré en tal casa, yo seguiré el género de vida que me venga en gana, yo contentaré todos mis deseos. Pasando del seno de la virgen a un pobre pesebre, apenas ve la luz de este mundo cuando ya mira al cielo, entreabre sus bracitos y dice con amor a su Padre Divino: "Heme aquí, yo vengo, oh Dios, para hacer vuestra voluntad" (Hb 10, 9). 5
Por Flávia Cristina de Oliveira

Bajado por: J. RUIZ

jueves, 26 de julio de 2012

Visión ecológica y supervivencia planetaria 
 Concept paper for EATWOT’s General Assembly at Yoghyakarta, Indonesia, 2012

 El actual sistema económico y productivo mundial, y el modo de vida de la civilización capitalista, son los causantes principales de la «sexta gran extinción de vida» en este planeta. Si no cambiamos radicalmente, vamos hacia una catástrofe ecológica planetaria, y tal vez a nuestra propia extinción como especie viviente. 


A partir de esta VISIÓN que aquí damos por supuesta -cuyos datos pueden encontrarse por cualquier parte-, entramos a JUZGAR teológicamente esta situación. Nuestra tesis es que a este destino de destrucción hacia el que parece que nos encaminamos, no le pondrán ponerle remedio, por sí solos, ni el capital, ni la política, ni las religiones institucionales; sólo podrán hacerlo si a ellos se une un cambio de mentalidad religiosa -quehacer propio de la teología-. 


 Hoy por hoy, la religión sigue siendo la fuerza más profundamente movilizadora de la población mundial. Aun quienes se declaran fuera de las religiones institucionales, no están libres de una visión básica religiosa que condiciona esencialmente su forma de ver el mundo y de verse a sí mismos. Sostenemos que sólo un cambio en esta manera «profunda» (religiosa) de ver, sólo un cambio de esa «visión», puede posibilitar la supervivencia (survival) de la Humanidad, porque sólo dejaremos de destruir la naturaleza cuando descubramos su dimensión divina y nuestro carácter natural.


  Nos explicamos:


 I. Ha sido una visión religiosa tradicional la que ha hecho posible que llegáramos a esta situación. 


 a) La imagen del mundo-cosmos que tradicionalmente hemos tenido era... - una imagen «pequeñita», por nuestra falta de conocimiento científico (estuvimos supliendo nuestra ignorancia con imaginación y pensamiento mítico), - contemplaba la naturaleza como un mero «escenario» para la representación del drama humano; - la religión (que es una relación del ser humano con Dios) estaba concebida y vivía de espaldas a la naturaleza. - la materia ha sido considerada tradicionalmente como algo inferior, inerte, carente de vida por sí misma, sostenida en el ser sólo por Dios, privada por sí misma de todo valor que no le fuera dado por Dios, - y era considerada como la región ontológicamente inferior, el lugar de la imperfección, del mal, de la «carne», del pecado... - siendo objeto de una visión dualista que la separaba y la privaba de toda relación intrínseca con lo espiritual y con lo divino. 


 b) La imagen tradicional que hemos tenido de nosotros mismos nos presentaba como seres superiores al resto de la naturaleza; En realidad, no nos creíamos realmente naturales, sino «sobre-naturales», dotados de una vida superior que sería nuestra principal consistencia (la «imagen y semejanza de Dios» a la que fuimos creados, el ser hijos e hijas de Dios -de un modo eminente, sólo nosotros-, la gracia de Dios de nuestras almas...). 
 En realidad no seríamos de este mundo, de esta Tierra, porque fuimos creados aparte, cuando ya estuvo preparado todo el escenario, directamente por Dios, lo cual significa que no venimos de esta Tierra, sino que venimos de arriba, y de fuera... y no nos sentimos en este mundo como en nuestro hogar, porque aquí sólo estamos de paso, caminando hacia la vida eterna celestial... Esta disparidad y oposición tan radicales entre la naturaleza y nosotros hizo que pusiéramos lo humano por encima de todo lo demás: el antropocentrismo, por el que toda la realidad natural ha sido vista en función del ser humano. Lynn White lo denunció con frase lapidaria: el judeocristianismo es la religión más antropocéntrica. Seríamos los protagonistas de la historia, la especie elegida, la única a ser tenida en cuenta, aquella a la cual todas las demás han de servir (especismo). Por eso, hemos visto a la naturaleza como algo a ser dominado (dominio al que el mismo Dios del Génesis nos invitó), como una despensa de recursos supuestamente infinitos, inagotables. 


 c) La imagen de Dios tradicional Parece que desde el neolítico, la civilización agraria transformó su percepción de la divinidad: - distinguiéndola y separándola de la naturaleza, desposeyó a ésta de toda sacralidad, desplazando la divinidad hacia la transcendencia, - que habitaría en el mundo de las ideas (Platón), el mundo verdadero, perfecto, superior, instalado encima del nuestro -que depende de él-, - y la configuró como theos, una divinidad dominadora, masculina, guerrera, patriarcal... 
 También aquí el dualismo lo impregnó todo: dos pisos en la realidad, dos polos enteramente desequilibrados (un dualismo en realidad “monista”, porque de los dos polos sólo uno concentra todo el ser y todas las potencialidades, siendo el otro pura pasividad, receptividad y negatividad. Esta transcendencia de Dios -espíritu puro, Creador total, enteramente diferenciado del cosmos, Señor, Kyrios...- nos ha justificado a los humanos -creados a imagen y semejanza suya-, para compartir algo de su transcendencia y todo su señorío sobre la naturaleza. (Ésta no era la imagen de Dios que tenía el ser humano paleolítico, que vivió en gran armonía con una Naturaleza considerada divina, Pachamama, Gran Diosa Madre nutricia respetada y venerada. ¿Dónde fue, en qué momento de nuestra historia nos equivocamos y torcimos nuestro camino? Hoy los analistas parecen coincidir: tomamos un camino errado a partir de la revolución agraria, y es ahora el momento de enderezar nuestro camino). 


 Pues bien, esta visión religiosa, tradicional y hegemónica durante milenios en Occidente, es la que ha hecho posible el surgimiento y la consolidación de un sistema civilizacional depredatorio, enemigo de la Naturaleza, responsable del desastre ecológico hacia el que nos encaminamos. La causa principal no ha sido la mala voluntad de algunas personas o pueblos, sino el conjunto de elementos teóricos (religión, creencias, teologías...) que han permitido y justificado esa concepción despectiva, explotadora y depredadora hacia la naturaleza, Esta actitud negativa ha visto multiplicarse sus efectos nocivos al aumentar vertiginosamente la población humana en el planeta y al desarrollar el ser humano exponencialmente sus capacidades tecnológicas, que han sido puestas casi exclusivamente al servicio del lucro. 


Lo que en siglos pasados era un daño fácilmente asimilable por el planeta, hoy está siendo, en verdad, un «eco-cidio»: son muchos los analistas que coinciden en denunciar que esta civilización y su opción por el actual tipo de desarrollo, se han hecho incompatibles con la supervivencia del planeta y de nosotros en él. Estamos realmente, con toda literalidad, en vías de auto-extinción. Por todo ello, sólo dejaremos de destruir la naturaleza -y de destruirnos, con ello, a nosotros mismos-, cuando sustituyamos esa «visión» dañina que se nos inoculó a través de la religión. Mientras mantengamos la vieja visión, los mejores medios tecnológicos continuarán sirviendo al lucro y depredando la naturaleza. Sólo con una nueva visión podrá poner remedio -si conseguimos llegar a tiempo- al eco-cidio. 
Y nadie como la religión, que educó a generaciones y generaciones inculcándoles las imágenes y visiones más básicas, podrá sustituir la vieja visión por una nueva, inculcar con tanta eficacia como las religiones. Nadie como ella tiene tanta responsabilidad en la situación actual y, asimismo, nadie tiene tanta potencialidad para hacerlo Pero, ¿cuál es esa nueva visión? La que ha venido fraguándose a lo largo de los últimos tiempos.


 II. La nueva visión que puede posibilitar de supervivencia de la vida en el planeta. 


 Necesitamos:


  a) Una nueva imagen del mundo La nueva cosmología está revolucionando la imagen que teníamos del mundo, que ahora vemos como un cosmos no quieto sino en movimiento total, en expansión continua, en un proceso de evolución, con saltos cualitativos, autopoiesis, aparición de propiedades emergentes...... La nueva física nos descubre que la materia no es una roca inerte, sino que materia y energía son convertibles, que la materia tienen interioridad, que de la materia (no de arriba ni de afuera, sino de adentro) brota la vida, que la vida tiende a complejificarse continuamente, a recrearse y reinventarse a sí misma... 
 Una nueva comprensión nos hace descubrir el error en que hemos estado al considerar la naturaleza como una inmanencia desprovista de transcendencia, de sacralidad, de divinidad... Estas dimensiones no pueden estar expatriadas a una «transcendencia» abstracta y metafísica que hemos imaginado. La única transcendencia que hoy podemos aceptar es profundamente inmanente. 


 Dios no puede estar fuera, ni antes de la realidad cósmica, sino en ella. El cosmos, de alguna manera, viene a ser como el cuerpo del Espíritu. No hay sobrenaturalidad y sacralidad si no es en la interioridad de la realidad: es la realidad misma la que es sagrada, la que es divina, la «Santa Materia» (Teilhard de Chardin). Salvando las distancias y los romanticismos, hoy nos parece que debemos desandar el proceso de desacralización y desencantamiento a que hemos sometido a la naturaleza por la vía de la racionalización y el cientifismo, al degradarla de la sacralidad y divinidad con que nuestra misma especie la ha venerado durante muchos milenios (Paleolítico) y la continúa venerando en muchos pueblos cuyas culturas se oponen al racionalismo y al cientifismo. La nueva visión del mundo supera radicalmente el dualismo entre inmanencia y transcendencia. 


 b) Una nueva imagen de nosotros mismos Cayendo en la cuenta de que no venimos «de arriba ni de afuera», sino «de adentro y de abajo»... Nuestra edad es de 13.730 millones de años. Nacimos todos con el big ban. Desde entonces, todas las fases, cada uno de los hitos de la evolución del cosmos forma parte de nuestra «historia sagrada cósmica», que es, de entrada, una Gracia ancestral... No hemos sido «creados de la nada», por un dios-theos separado del cosmos, que nos habría puesto luego sobre un escenario terrestre «creado en cinco días»... sólo destinados a representar el drama de la «historia de la salvación (humana)» para someternos a una prueba y pasar a otra vida distinta... 

Esa imagen tan tradicional y arraigada es falsa, y vemos además que nos hace daño... Somos «polvo de estrellas» -literalmente tal, sin metáfora-, formado en la explosión de una de las supernovas, somos concretamente Tierra, Tierra-Mater-ia, autoorganizada, que ha cobrado vida, y ha llegado a tener conciencia, a sentir, a pensar... somos una «especie emergente» que reúne en sí los tres cerebros animales -el primario del reptil, el más elaborado de los mamíferos, y el cortex cerebral que nos caracteriza...- y todo el esfuerzo autopoyético de la evolución de la vida... somos una especie más, aunque muy peculiar, que no tiene el derecho de menospreciar a los demás seres vivos, sensibles e inteligentes a su manera, sino que debe, por razón del mayor conocimiento que se le ha dado, hacerse cargo fomentar con su inteligencia la armonía y el buen vivir y buen convivir de todos los vivientes de este planeta. 


 No somos pues una realidad distinta, esencialmente espiritual, superior, ajena a esta Tierra. Somos plenamente telúricos, profundamente naturales, flor última y más reciente -por ahora- de la evolución en este rincón del cosmos, evolución que ahora, en nosotros, da un salto y se convierte en cultural y de calidad profunda... Desde este punto de vista, la persona humana ya no puede ser considerada ya con el carácter absoluto con el que se la ha considerado, orgullosamente (“doctrina social de la Iglesia”), Estamos inter-religados con todo, en una red absolutamente interdependiente. Al destruir la naturaleza destruimos nuestro hogar, nuestra base nutricia, nos destruimos a nosotros mismos. 


 c) Una nueva visión de la divinidad... El dios-theos patriarcal, espiritual, inmaterial, acósmico, todopoderoso, señor, kyrios... no sólo ya no es creíble para muchas personas, sino que además descubrimos es una imagen que nos ha hecho y sigue haciendo mucho daño, porque ha justificado el desprecio y la depredación de la naturaleza. La correcta imagen de Dios ya no podemos encontrarla sólo en las Revelaciones, el «segundo libro» (san Agustín) que Dios escribió, sino en «el primero», la realidad, el cosmos, libro que en los últimos 300 años se nos ha abierto de un modo inimaginable, con un auténtico «valor revelatorio» (Thomas Berry). Un error sobre el cosmos redunda en un error sobre Dios (Tomás de Aquino): los inmensos errores y el gran desconocimiento que hemos tenido sobre el cosmos, la materia y la vida, ha tenido que redundar en grandes errores sobre la divinidad. 


Hoy podemos intuir de un modo mucho más certero el rostro divino del cosmos, su alma divina, un nuevo rostro de Dios, que alienta en todo. El Dios-theos-kyrios que nos ha acompañado tan impositivamente durante milenios, descubrimos hoy que es simplemente un «modelo» con el que hemos intentado habérnoslas con la intuición de la sacralidad, debatiéndonos a oscuras con el Misterio, y confundiendo con frecuencia las creencias, los símbolos y los mapas como si fueran descripciones realistas de un segundo piso... 


 Para un número creciente de personas, el teísmo (un theos up there, out there) no sólo resulta increíble, sino que es cada vez más señalado como el causante de la desacralización del mundo (al expatriar la divinidad hacia una transcendencia meta-física), del endiosamiento del ser humano, de su sobre/des-naturalización, y de su deriva hasta convertirse en el mayor enemigo actual de la vida en el planeta. El teísmo (e igualmente el ateísmo) deben ceder paso a una cierta actitud pos-teísta. La divinidad de la realidad, o la Realidad Última, no deben más ser concebidas según el modelo del theos, ni según nuestro propio modelo (teísmo antropomórfico); quizá pueden ser contempladas por un tiempo según el modelo de la vida, biomórfico: lo que vemos en el misterio evolutivo de la vida nos revela de alguna manera algún rasgo real de la Divinidad.


 El panteísmo (literalmente «Dios en todo, todo en Dios») es aceptado hoy -conscientes de que nada es un nuevo dogma, ni una interpretación definitiva- como el modelo más aceptable para esta época ecozoica (Berry) o el antropoceno (Boff y otros). Una divinidad que no está fuera, que no es un alguien como nosotros, ni un Señor... sino la Realidad última que anima el cuerpo del cosmos, la Realidad misma mirada a partir del misterio de sacralidad que envuelve desde dentro... Una divinidad, por tanto, a la que no encontramos más por apartarnos de la materia, de la tierra o de la vida, sino que nos impulsa a encontrarla apasionadamente en ellas. 

Conclusión:


  Nuestra supervivencia (survival) y las de muchas especies en este planeta, está en riesgo, y el peligro se hace cada día más cercano. En el fondo, ha sido una determinada visión religiosa la que nos ha conducido hasta aquí, y ha sido la misma visión religiosa que ha hecho posible el capitalismo, hoy hegemónico en el sistema económico globalizado. Es indispensable otra visión religiosa que reconduzca nuestro actual caminar hacia el desastre. Son las religiones, y la teología concretamente, quienes tienen la mayor responsabilidad sobre el pasado, y una gran capacidad para afrontar la urgente tarea de cambiar nuestra visión.


Sólo dejaremos de destruir la naturaleza y de autodestruirnos cuando nos dotemos de una nueva visión que nos haga conscientes de la dimensión divina de la naturaleza y de nuestro carácter plena e inevitablemente natural. 


 Todo lo cual es una tarea urgente de educación teológica planetaria.


¡ JESÚS VIVE, PROCLAMÉMOSLO !


Bajado por: J. RUIZ

viernes, 20 de julio de 2012

SIN DIOS NO HABRÁ FUTURO


Autor: Ángel Gutiérrez Sanz |

 Volver al humanismo de la esperanza 


¿Cómo habrá de ser el humanismo para siglo XXI? Volver al humanismo de la esperanza Uno de los debates culturales más serios del momento actual es el que mantienen entre sí el laicismo y religión. Dos fuerzas que aspiran a asumir la hegemonía cultural de nuestra sociedad, dos polos contrapuestos sobre los que gravita el pensamiento contemporáneo y en medio de estos dos frentes nos encontramos nosotros, los hombres y mujeres del siglo XXI obligados a tomar una postura en consonancia con nuestras aspiraciones personales. El humanismo sin Dios aspira a sustituir al humanismo religioso.
 Desde hace tiempo un secularismo sectario nos invade por todas las partes su mensaje no es nada alentador: la religión tiene que desaparecer del ámbito público y quedar relegada a la sacristía, como si se tratara de una amenaza para la sociedad. Su voz debe ser silenciada, sus manifestaciones públicas prohibidas, sus signos y símbolos retirados de los lugares públicos, si algún derecho tiene a existir sería única y exclusivamente en el ámbito estrictamente privado ¿Por qué?... pues porque un Estado debe ser laico que es tanto como decir neutral y la neutralidad es ausencia de religión.
 Estamos cansado de oír decir por ahí que para ser libre no hay que creer en nada... Falacias y más falacias. “¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? Se preguntaba Unamuno ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro, y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa”. Lo decía Unamuno y lo dice también Benedicto XVI “El laicismo ha dejado de constituir un elemento de neutralidad capaz de abrir espacios de libertad para todos”. ,
El laicista, cuando habla de religión, no le da igual una cosa u otra, claro que no, se muestra abiertamente en contra de ella y esto no es neutralidad. El laicismo no es neutral cuando trata de excluir al creyente de la vida publica y trata de relegarle a la sacristía. No es neutral cuando se comporta como lo viene haciendo el Parlamento Europeo acusando tendenciosamente a unos y exculpando a otros o el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo al prohibir la presencia de crucifijos en las escuelas. No se es neutral cuando al creyente se le coarta y restringe sus derechos y libertades. No se es neutral cuando a través de los medios de comunicación se manipulan las noticias, aireando lo que perjudica y silenciando lo que favorece a la Iglesia. El presunto neutralismo laicista , no es tal, ni nunca lo ha sido.
En realidad, los hombres y las mujeres, necesitan creer en algo, lo que sea. Sucede que hay una confesionalidad sin Dios; pero al fin y al cabo confesionalidad y los dogmas religiosos de los que se prescinde, acaban siendo sustituidos por otros.
 La aconfesionalidad ligada a la inocencia política, en la práctica, no existe, lo que sucede hoy es que el celo laicista por hacer olvidar a Dios, es bastante más intolerante que el celo del creyente por hacerle presente. Hemos afrontado al tercer milenio con grandes incertidumbres. A estas alturas hay quien se dispone a vivir una época definitivamente posreligiosa, mientras que otros aseguran que el futuro de la humanidad será religioso o no será. De lo que no hay duda es de que tanto creyentes como no creyentes tendrán que hacer frente a un mismo destino porque pertenecen a la misma familia humana, comparten los mismos miedos, se sienten agitados por las mismas ansias de felicidad. 
Todos se ven en la necesidad de tener que admitir que la muerte es parte de la vida. Sobre unos y otros gravita el mismo interrogante, no exento de dramatismo: ¿Qué nos queda después de haber vivido? La inmanencia o la trascendencia son las dos posibles respuestas a esta pregunta, hay que elegir entre el más acá o el más allá, entre la nada o la infinitud, dos abismos sin fondo ambos estremecedores; pero no hay más alternativas posibles y es aquí donde los caminos de unos y de otros se separan Hubo un tiempo en que la gente estaba preocupados por el futuro, hoy no, hoy se vive con intensidad el presente, al más puro estilo del “Carpe diem”. Los hombres y mujeres de hoy quieren ser felices aquí abajo, siguiendo la consigna de Nietzsche. “Os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no deis crédito a los que os hablan de fe en esperanzas sobrenaturales”. 
El actual laicismo ha sabido traducir bien este mensaje nietzschiano en un slogan publicitario que colgado de los autobuses ha deambulando por acá y por allá haciéndose visible en plazas y calles de nuestras ciudades y que reza así: “PROBABLEMENTE DIOS NO EXISTE. DEJA DE PREOCUPARTE Y DISFRUTA DE LA VIDA”. 
Se trata de una llamada dirigida a las personas. Se nos invita a comer de todos los frutos prohibidos de un huerto que ya no tiene dueño. La estrategia laicista se pone así de de manifiesto; no se pretende ya sólo expulsar a Dios de la sociedad y del estado, también de las familias y de las conciencias. ¿Por qué así? Sencillamente porque Dios es considerado el enemigo de la vida y de todo lo humano; se piensa que mientras Él esté presente, los hombres no podrán nunca ser felices y libres. 
La afirmación del hombre conlleva la negación de Dios, en consecuencia para poder disfrutar de la vida, previamente hemos de liberarnos de unos mandatos y preceptos divinos opresivos que la religión se ha encargado de imponer a las conciencias. La última razón en la que el laicismo se fundamenta para combatir a la moral religiosa, es la de que mata los anhelos de las aspiraciones humanas; pero habría que preguntarse; una vez removido Dios del horizonte moral ¿ qué queda ya? no más que el vacío, así lo reconocen los mismos ateos. Se comenzó pensando que una humanidad huérfana de Dios ensalzaría al hombre, le haría dueño de su propio destino; pero la experiencia nos ha ido demostrando que una humanidad sin Dios ni es más grande, ni es más libre, ni es más feliz. 
Del desencanto hemos ido pasando a la indignación, de la indignación a la resignación después de haber constatado que el estado del bienestar es frágil y huidizo como la propia vida y es aquí donde ahora nos encontramos. ¿Cómo habrá de ser el humanismo para siglo XXI? A nivel mundial se perciben signos que apuntan en la dirección de una religiosidad renovada capaz de devolver a los hombres y mujeres esa esperanza abierta a la trascendencia que tanto necesita. 
Presiento que el cristianismo v
olverá ser en Occidente lo que nunca debió de dejar de ser. Creo sinceramente que el hombre moderno tarde o temprano volverá sus ojos al humanismo de la esperanza, porque es en él donde podrá encontrar la razón última para seguir viviendo. Sólo Dios puede ser la última respuesta de un mundo desesperanzado como el nuestro que se está quedando sin horizonte.
 Ángel Gutiérrez Sanz
 (Catedrático de Filosofía y autor del libro recientemente publicado. LAICISMO Y NUEVA RELIGIOSIDAD)


¡ JESÚS VIVE, PROCLAMÉMOSLO !


Bajado por: J. RUIZ