martes, 29 de noviembre de 2011

COMULGAR SIN CONFESARSE

Autor: P. Eduardo Volpacchio | Fuente: http://www.algunasrespuestas.com
Mi novio comulga sin confesarse, ¿cómo le explico que hace mal?
La fe no depende de los sacerdotes y catequistas, Cristo mismo es el autor y la Iglesia su custodia.
 
Mi novio comulga sin confesarse, ¿cómo le explico que hace mal?
Mi novio comulga sin confesarse, ¿cómo le explico que hace mal?




Me preocupa que mi novio comulgue a pesar de estar en pecado mortal.
Él se justifica diciendo que a él le enseñaron diferente.

Le expliqué que antes tiene que confesarse, pero no logro convencerlo.

Quisiera preguntarle:
¿Qué es un sacrilegio? ¿Qué le pasa a la Eucaristía en cuerpo de un alma en pecado mortal? ¿Qué le pasa a un alma cuando comete un sacrilegio?
¿Cómo puedo convencerlo de que se confiese, de que únicamente con el Sacerdote recibes la absolución y nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos?

Muchos dicen que no quieren decirle sus pecados a un sacerdote y que ellos piden perdón por su cuenta.


Primero te diría que reces por él -yo lo hago mientras te respondo-, ya que la gracia le vendrá de Dios y no de nuestras explicaciones (con las que Dios también cuenta para ayudarlo a vivir mejor, y que la oración convierte en parte de la gracia que le concede).

Quien se recibe la Comunión en pecado, la recibe indignamente. De esta manera comete un pecado mortal llamado “sacrilegio”: el uso de indigno de algo sagrado.

Recibiendo así la Eucaristía no sólo no se recibe ninguna gracia (es decir, no se gana nada), sino que se comente un pecado grave. De manera que es muchísimo mejor no comulgar que hacerlo en pecado (como no es obligación hacerlo, quien no comulga no comete ningún pecado). Si tu novio no quiere confesarse, que no comulgue. Si quiere comulgar que haga una comunión espiritual: una manera de recibirlo al Señor espiritualmente, sin cometer ningún pecado.

Tendrías que ayudar a tu novio a entender tres cuestiones que están en la base de su error práctico de comulgar sin confesarse estando en pecado:

1) La fe no depende de sacerdotes o catequistas.

No importa quien nos dijo una cosa u otra: la cuestión no depende de que si el P. Fulanito le dio permiso para comulgar sin confesarse o le dijo que no hacía falta hacerlo; o que si a vos el P. Menganito te dijo lo contrario. La cuestión es qué dice la Iglesia, ya que el P. Fulanito o Menganito pueden ser más o menos fieles a su enseñanza, y lo importante es ser fieles a la Iglesia, no al un sacerdote particular que puede equivocarse o incluso ser rebelde a las enseñanzas magisteriales.
La materia de los sacramentos no la establecemos nosotros, sino que fueron instituidos por Jesucristo. La Iglesia para garantizar la licitud y el respeto de los mismos, además de recoger lo que estableció Jesús, puso una serie de ritos y condiciones. Y nos interesa mucho ser fieles.
Te aconsejaría no entrar en discusiones eternas sobre quien tiene razón, porque en el fondo será tu palabra contra la suya. El mejor camino no es el de mostrarle que vos tenés razón y él está equivocado (aquí la soberbia juega en contra de la verdad).

Lo mejor es sencillamente decir: ¿qué nos diría el Papa si le preguntáramos? Eso es lo que nos interesa. Y la respuesta la encontramos en el Catecismo de la Iglesia Católica.

2) Sobre la confesión y la comunión.

La Comunión es un sacramento de vivos; es decir, es necesario estar en gracia de Dios para recibirlo lícitamente.
 En caso contrario se comente un pecado. Es realmente triste ofender a Dios precisamente cuando se desea unirse a El. No es nada razonable: si quiero recibirlo, buscaré cómo quiere que lo reciba. No tiene sentido cometer un pecado comulgando.

Te paso el link de un artículo que explica cuándo y por qué es necesario confesarse para comulgar: ¿comulgar sin confesarse?

3) En la base de todo el problema está que le cuesta confesarse.

Y por eso no acaba de entender el sacramento de la confesión, medio ordinario para el perdón de los pecados. Un sacramento maravilloso, que como todos los sacramentos requiere un ministro que nos lo administre (la única excepción es el matrimonio: los contrayentes son los ministros, el sacerdote es un testigo cualificado de la entrega mutua expresada en el consentimiento que realiza el matrimonio).

Encontrarás una explicación detallada en el siguiente artículo: por qué tenemos que confesarnos con un sacerdote

Bajado por: J. RUIZ

domingo, 27 de noviembre de 2011

TIEMPOS LITÚRGICOS


                                                  ADVIENTO

           
                                                                            Hoy comienza, para la Iglesia Católica, el tiempo del Adviento, que quiere decir: llegada, venida. Y es un tiempo de preparación para esa llegada.
           Y ¿quién llega? ¡Nada menos que Dios! Nuestro Dios que, gratuitamente y por puro amor, decidió encarnarse y hacerse hombre para sentir y vivir como nosotros, y así poder pagar la hipoteca y rescatarnos del abismo del pecado en que, por propia voluntad, habíamos caído.
           Y, cuando se espera la llegada de alguien muy importante, siempre se hacen preparativos para que esa persona se sienta lo mejor posible, se encuentre bienvenida y se dé cuenta del amor y la esperanza con que se la está recibiendo.
           Para un cristiano no puede haber nada ni nadie más importante ni más querido que Aquel que, únicamente por amor, se sometió a soportar todas las limitaciones de ser hombre y hasta llegar a morir por nosotros.
           Por eso los preparativos para recibirlo, cuando llegue en la Navidad en los brazos virginales de María, su Madre, tienen que estar a la altura: casa reparada, pintada y limpia; adornos los más cómodos y bonitos que la hagan agradable, y, sobre todo, que no falte el calor de ese hogar que será nuestro corazón para Él.
           Y también tenemos que alistar nuestras peticiones para pedirle que en esta venida sea nuestra conversión definitiva. Que nos ayude a comprender que lo que de veras debe importarnos, no son los halagos de este mundo tan enrevesado y caprichoso de hoy, sino el que seamos capaces de reconocerlo, acogerlo y servirlo en el rostro de nuestros hermanos, especialmente, de los más desprotegidos y marginados, que son tantos en nuestro atormentado país.
           Preparemos los caminos del Señor.

                                          ¡ JESÚS ESTÁ VIVO, PROCLAMÉMOSLO ¡


         J. RUIZ
        Turbaco. Noviembre 26 de 2011                

                                                  ADVIENTO

           
                                                                            Hoy comienza, para la Iglesia Católica, el tiempo del Adviento, que quiere decir: llegada, venida. Y es un tiempo de preparación para esa llegada.
           Y ¿quién llega? ¡Nada menos que Dios! Nuestro Dios que, gratuitamente y por puro amor, decidió encarnarse y hacerse hombre para sentir y vivir como nosotros, y así poder pagar la hipoteca y rescatarnos del abismo del pecado en que, por propia voluntad, habíamos caído.
           Y, cuando se espera la llegada de alguien muy importante, siempre se hacen preparativos para que esa persona se sienta lo mejor posible, se encuentre bienvenida y se dé cuenta del amor y la esperanza con que se la está recibiendo.
           Para un cristiano no puede haber nada ni nadie más importante ni más querido que Aquel que, únicamente por amor, se sometió a soportar todas las limitaciones de ser hombre y hasta llegar a morir por nosotros.
           Por eso los preparativos para recibirlo, cuando llegue en la Navidad en los brazos virginales de María, su Madre, tienen que estar a la altura: casa reparada, pintada y limpia; adornos los más cómodos y bonitos que la hagan agradable, y, sobre todo, que no falte el calor de ese hogar que será nuestro corazón para Él.
           Y también tenemos que alistar nuestras peticiones para pedirle que en esta venida sea nuestra conversión definitiva. Que nos ayude a comprender que lo que de veras debe importarnos, no son los halagos de este mundo tan enrevesado y caprichoso de hoy, sino el que seamos capaces de reconocerlo, acogerlo y servirlo en el rostro de nuestros hermanos, especialmente, de los más desprotegidos y marginados, que son tantos en nuestro atormentado país.
           Preparemos los caminos del Señor.

                                          ¡ JESÚS ESTÁ VIVO, PROCLAMÉMOSLO ¡


         J. RUIZ
        Turbaco. Noviembre 26 de 2011                

viernes, 11 de noviembre de 2011

AUTENTICIDAD

Autor: Arturo Guerra | Fuente: http://www.fluvium.org
Cristianismo con mostaza, por favor
Cristo no neutralizó su Evangelio con mostaza. El cristianismo se sirve solo. O se vive como es o no es cristianismo
 
Cristianismo con mostaza, por favor
Cristianismo con mostaza, por favor
¿Te comerías una hamburguesa que no tuviera mostaza ni catsup ni crema ni salsa BBQ? ¿te comerías un lonche que no tuviera mayonesa ni lechuga ni jitomate ni rajitas de jalapeño? ¿te comerías un pastel sin betún ni mermelada ni cajeta ni grageas multicolores? ¿te tomarías un café que no tuviera azúcar ni leche descremada ni miel silvestre?

A los niños no suelen gustarles para nada los filetes de hígado de res cuando a las mamás se les ocurre la feliz idea "hoy toca hígado y cuidadito con el que no se lo coma". Pues bien, conozco a una persona que a sus muchos años todavía no puede ver el hígado. Ahora simplemente no lo come. Pero de niño tuvo que comerlo por decreto maternal. Más le valía. ¿Y cómo lo lograba? Primero agotaba los típicos recursos: dárselo al perro a escondidas, dejarlo abajo de la mesa, trasladar un pedacito al plato del hermano de al lado... Pero todas estas técnicas eran rápidamente desactivadas por la eficaz mamá. Así que tenía que enfrentarse al problema. Solución: muy sencillo, como le gustaba la mostaza, untaba medio tarro de super Mostaza McCormick sobre el filete. Así conseguía neutralizar en al menos un 85% aquel horrible sabor hepático.

Todo esto que está muy bien en el campo culinario, falla cuando lo aplicamos al cristianismo. Una hamburguesa con mostaza sabe mejor, pero cristianismo con mostaza deja de ser cristianismo. Lo mismo si le pones mermelada. Igual si agregas leche descremada...

El Evangelio te pide amar a Dios sobre todas las cosas. "Bien. Sí. Sobre todas las cosas menos sobre mi osito de peluche." O sea, cristianismo con catsup.

El Evangelio te pide tomar la cruz. "Bien. OK, pero pásame una buena esponjita para el hombro, contrátame tres ayudantes fieles para que la carguen por mí, y que la cruz sea de la madera más ligera del mercado". O sea, cristianismo con azúcar.

El Evangelio te dice que los limpios de corazón son los que verán a Dios. "Bien pero no es para tanto, tranquilo, no hay que ser exagerado, si todo mundo lo hace no tiene que estar tan mal." O sea, cristianismo con miel silvestre.

El Evangelio te pide amar a tu enemigo. "Sí. Estoy de acuerdo. Sólo a este desgraciado lo odiaré toda mi vida." O sea, cristianismo con mayonesa, salsa BBQ y rajitas de jalapeño.

El Evangelio te pide perdonar setenta veces siete. "Bien pero a este no. Es que es un caso especial. Lo que me hizo es imperdonable." O sea, cristianismo con cajeta.

El Evangelio te pide desapegarte de tus posesiones. "Sí. Lo que pasa es que estamos en el siglo del consumismo y pues ni modo, a comprar y comprar aunque realmente no lo necesite." O sea, cristianismo con crema, lechuga y jitomate.

El Evangelio te invita a la oración. "Pues sí, pero no hay tiempo, ¿no ves que soy una persona muy ocupada?, el tiempo libre es para el café, y para el cigarro, y para la fiesta." O sea, cristianismo con betún.

El Evangelio te pide interrumpir tu camino para curar al que está tirado en la calle. "Lo sé. Pero hoy en día es peligroso. No sabes lo que puede pasar. A la mejor le ayudas y luego no te agradece." Cristianismo con leche descremada y un poco de mermelada.

El Evangelio te pide fidelidad. "Bien pero uno debe tener sus propias ideas, yo comparto muchas cosas de las que dice Jesús, pero no estoy de acuerdo en algunos puntos de la moral." O sea, cristianismo con grageas multicolores.

El Evangelio te dice que estás de paso, que la vida es un soplo, que la aproveches minuto a minuto. "Pues sí, pero pues no hay que amargarse, hay que aprovechar la vida haciendo lo que a uno le gusta, no sabes lo bien que yo me llevo con la flojera." O sea, cristianismo con mostaza. ¡¡¡Cristianismo con mostaza por favor!!!

A su Evangelio, Cristo no le puso mostaza ni catsup ni crema, ni salsa BBQ. Él no le puso mayonesa ni lechuga ni jitomate ni rajitas de jalapeño. Él no le puso betún ni mermelada ni cajeta ni grageas multicolores. Él no le puso azúcar ni leche descremada ni miel silvestre.

Cristo no neutralizó su Evangelio con mostaza. El cristianismo se sirve solo. O se vive como es o no es cristianismo.

Bajado por: J.RUIZ

jueves, 10 de noviembre de 2011

Hablemos de Sexualidad

Autor: . | Fuente: VIS
Para qué tenemos la sexualidad
Pretender que cualquier chico pueda ser chica y viceversa me parece un atentado contra el sentido común.

En este momento en que nuestro Gobierno trata de imponernos con leyes como la del aborto, una ideología estúpida y corruptora como la ideología de género, creo que es conveniente que tengamos ideas claras sobre lo que es la sexualidad. He dicho ideología estúpida porque pretender que cualquier chico pueda ser chica y viceversa me parece un atentado contra el sentido común y sobre lo de corruptora, pienso que enseñar a nuestros niños y adolescentes que pueden tener toda clase de relaciones sexuales me parece que a eso siempre lo hemos llamado corrupción de menores. Por ello me parece importante el que nos preguntemos para qué tenemos la sexualidad.

Para desarrollarnos como personas, es necesario amar. Si nos fijamos bien el amor es lo único que puede dar sentido a nuestra vida todos los días y a todas horas. Los evangelios nos expresan esto al decirnos que los mandamientos principales y fundamentales son amar a Dios, al prójimo y a sí mismo (Mt 22,34-40; Mc 12,28-34; Lc 10, 25-28).

La sexualidad hay que situarla como dimensión de la persona; no es que la persona tenga una sexualidad, sino es que somos seres sexuados. Y como todo en la persona está al servicio del amor, también la sexualidad deberá estarlo. Igualmente la sexualidad nos empuja a relacionarnos con los demás, y por ello está al servicio de la comunicación, como prueba el tabú o la prohibición del incesto, que al prohibirnos casarnos con la madre, hermana o hija, obliga a salirnos de la familia para buscar pareja.

La sexualidad en cuanto fuerza se orienta en tres direcciones. La primera trata de lograr la madurez y la integración personal. La educación de la sexualidad no puede limitarse a una información biológica. Un comportamiento sexual es bueno o positivo si ayuda a que el hombre sea más persona y asuma valores fundamentales para el crecimiento integral de la persona. Es muy importante encauzar el poderoso apetito sexual con una buena formación espiritual y la práctica religiosa.

La segunda dirección tiende a realizar la apertura de la persona al mundo del "tú”. La sexualidad es la que posibilita la relación interpersonal, debiéndose evitar el vivirla de modo egocéntrico, pues supondría la negación de lo relacional. En toda relación con el otro, la sexualidad juega un papel, pero la relación yo-tú más importante es la relación heterosexual que se inicia con la apertura al otro, como parte de una relación de comunicación humana y personal y que culmina con la construcción de un proyecto de vida en común. Pero esta relación heterosexual debe fundamentarse en un amor no egoísta sino de entrega al otro y asumido por la persona entera, aunque vaya adquiriendo formas diversas de acuerdo con las distintas etapas de la evolución psicosexual del hombre y de la mujer.

La tercera dirección es la apertura al "nosotros”, dentro de un clima de relaciones interpersonales múltiples. El "nosotros” nace del encuentro de dos generosidades, que alcanzan su plenitud en el amor que es superación de sí mismo y búsqueda del bien del otro. Pero no sólo es el bien del otro, porque la sexualidad es la fuente de la vida gracias a la procreación y en ella se realiza la fórmula de M. Blondel: “Dos seres no son sino uno, y cuando son uno devienen tres”. Además el amor y la sexualidad tienen que abrirse al campo de lo social y de nuestra responsabilidad hacia los demás, por lo que la responsabilidad moral en este terreno tiene una vertiente personal y otra social. En consecuencia, los planteamientos éticos no sólo no pueden estar ausentes, sino que van inseparablemente unidos con la problemática sexual. Desde luego, nadie tiene derecho a considerar a otra persona exclusivamente como medio para satisfacer intereses o necesidades propias y por ello el principio ético fundamental es y será siempre el mismo, con una permanencia basada en la naturaleza humana, aunque adopte formas muy diversas según las diversas civilizaciones, tiempos y culturas: el respeto a las otras personas y a su dignidad.

Por ello, la sociedad tiene el derecho y la obligación de ejercer vigilancia sobre las manifestaciones públicas de lo sexual, incluso mediante disposiciones legales adecuadas, pero encaminadas a proteger el matrimonio y la familia, no a destruirlas, como sucede con la actual legislación española, que han de procurar ayudar a lograr la madurez personal. Estas disposiciones han de ser de tal modo que no se deje a la libertad sin la ayuda de la ley, pero tampoco que la ley suplante la libertad, si bien dada la permisividad actual de nuestra sociedad es difícil que se den los controles sociales suficientes y es necesario insistir en la responsabilidad moral personal. Esta responsabilidad es de cada uno de nosotros y debe hacernos capaces de resistir las dificultades, porque es posible lograr una madurez humana, también en lo sexual, basada en la búsqueda de la verdad y en la posesión de convicciones propias, pues como dice el evangelio de San Juan: “La verdad os hará libres” (8,32).

Bajado por: J.RUIZ

miércoles, 9 de noviembre de 2011

DOGMAS MODERNOS

Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net
Dogmas de la modernidad
La modernidad necesita ser sanada y superar falsos dogmas que la debilitan.
Dogmas de la modernidadUna lectura, bastante parcial, de la historia de las ideas quiere hacernos creer que el mundo del pasado era incapaz de pensar por sí mismo. Sólo el hombre “moderno”, nos dicen, habría llegado a la madurez intelectual. Especialmente por haber superado cualquier “dogmatismo”, cualquier adhesión a creencias casi siempre “indefendibles” desde el punto de vista racional; es decir, desde la perspectiva del hombre “adulto”.

En realidad, el mundo moderno está muy lejos de vivir sin dogmas. O, mejor, ha suplantado los dogmas del pasado por nuevos dogmas, muchos de los cuales totalmente indefendibles.

En el siglo XIX, por ejemplo, estaba muy difundido el dogma del progreso: la técnica y las ciencias eran capaces, por sí solas, de mejorar el mundo, de llevar al hombre a su plenitud. Tal dogma entró en crisis después de dos guerras mundiales y de millones de 
     muertes, pero sigue en pie entre no pocos intelectuales y entre algunos científicos que 
piden una y otra vez total libertad en sus investigaciones. Como si la ciencia no tuviera que rendir cuentas a la ética, como si la sociedad no pudiese controlar lo que se hace en los laboratorios.

Otro dogma de la modernidad consiste en aceptar el “evolucionismo” como verdad absoluta. Hay que distinguir, es cierto, entre las teorías (en plural) de la evolución y el evolucionismo. Las primeras investigan cómo y en qué sentido ha cambiado la vida en el planeta tierra. El segundo, en cambio, da por cierto que es posible pasar de la materia inerte a la existencia de seres vivos simplemente a través de mecanismos casuales, y que el ser humano no tiene alma espiritual, sino que debe ser valorado igual que los demás animales: fruto de la casualidad, carente de sentido.

Hemos de reconocer con satisfacción que no se han sacado todas las consecuencias nefastas de este dogma, aunque algunas ideologías racistas que nacieron del evolucionismo (como las de Herbert Spencer) sí lo hicieron. Hoy día no faltan pensadores evolucionistas, como Peter Singer, que están más preocupados por defender a los monos que a los enfermos incurables en la fase final de su existencia.

Un tercer dogma nos martillea con la idea de que los “creyentes” son enemigos de la razón y la convivencia humana, mientras que los hombres modernos y “desfanatizados” serían promotores de paz y de democracia. La experiencia de los sistemas totalitarios ateos, como el nazismo o el comunismo, debería haber desmontado este dogma, pero sabemos que es más difícil remover un prejuicio que traer agua del Tajo al Segura (modificando una frase atribuida a Einstein).

La modernidad necesita ser sanada y superar falsos dogmas que la debilitan. Como también necesita descubrir que hay dogmas “buenos”, que necesitan ser fundados con la ayuda de una metafísica y, por qué no, de ideas religiosas que no sólo no humillan la inteligencia humana, sino que la defienden y la elevan a horizontes universales de verdad y de justicia.

Bajado por: J.RUIZ

domingo, 6 de noviembre de 2011

NOVIEMBRE: MES PARA MEDITAR

                        NOVIEMBRE,  MES PARA  MEDITAR


Es el mes en que se habla de la muerte, aunque a todos nos asuste. El viento frío del invierno arranca las hojas de los árboles que, en remolinos, van a arrastrarse a la vera de todos los caminos.

El color de todo el día fluctúa entre los diversos tonos del gris. La luz es escasa y todas las cosas se pintan de tristeza.

Los recuerdos de los seres que un día quisimos y que hoy no están con nosotros, embargan el corazón de una profunda melancolía. Sus rostros queridos aparecen y desaparecen intermitentes en el flash de la memoria trayéndonos una sonrisa o, a veces, una lágrima.

Es el mes de la muerte. Esto pudiera parecer tenebroso pero, para los cristianos, debe ser todo lo contrario: debe ser de alegría porque estamos celebrando el paso de aquellos que se nos adelantaron a entrar a la Patria prometida, y estamos preparando el que también nosotros habremos de dar, más tarde o más temprano, pero inevitablemente. La muerte es el primer paso con que se comienza la verdadera vida.

Todo el tiempo que pasemos aquí en la tierra, ya sea más o menos largo, no es más que una preparación para la vida que nos espera al otro lado de la muerte, la que no es sino una circunstancia, un requisito que todos tenemos que cumplir.

Los cristianos sabemos todo esto, y, aunque a veces vivamos como si no lo supiéramos, la verdad es que debemos estar preparados siempre, con aceite en nuestras lámparas,  para dar ese paso porque “no sabemos el día ni la hora”. Y a esa Tierra prometida tenemos que llegar con ciertos requisitos para poder ser recibidos  en ella.

 Tenemos que presentar un “examen de admisión” en el que se nos preguntará si dimos de comer al hambriento, si dimos de beber al sediento, si vestimos al desnudo, si visitamos al que estaba enfermo o en la cárcel. En una palabra, tendremos que decir si fuimos conscientes de la presencia liberadora de Jesús en los demás, sobre todo en los más necesitados y marginados de la sociedad, y si nos portamos con ellos como lo manda la norma primera y más grande: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas y con toda tu alma; y al prójimo como a ti mismo”. Si no lo hicimos así, si “perdimos el examen” no tendremos derecho a entrar en la fiesta.Y entonces “será el llanto y el crujir de dientes”.

            Aprovechemos este mes. Meditemos en estas llamadas “verdades escatológicas” y preparémonos a recibir dignamente, sin tristeza y con alegría, a la “hermana muerte”, como tan familiarmente la llamaba San Francisco de Asís, el gran defensor de la caridad fraterna.

¡¡ JESUS VIVE, ANUNCIÉMOSLO !!

J. RUIZ