viernes, 28 de octubre de 2011

SALVE, MARÍA

salve, maría

  “Hágase en mí”, dijiste estremecida
    Y el mundo todo se llenó de cantos.
    Y fue más grande el que es tres veces santo
    Porque una madre se inventó: María.

    La tierra, el mar y el universo entero
    Fueron himno de amor, y con sus galas
    Devolvieron al hombre la esperanza
    Talvez perdida de encontrar el cielo.

    Y “bienaventurada” te llamaron
    Todos los hombres que en el mundo han sido,
    Al latido de un solo corazón.

    También “llena de gracia” te aclamaron  
    Gabriel y los demás seres benditos         
    Porque fuiste la “esclava del Señor”.        

            
    Turbaco. Octubre 28 de 2011
    J. RUIZ 

jueves, 27 de octubre de 2011

OCTUBRE, MES DEL SANTO ROSARIO


Va a terminar el mes de Octubre, mes escogido por la Iglesia católica para rendir un tributo especial a la Santísima Virgen María, nuestra madrecita del cielo. Y la oración, escogida por ella misma, es el rezo perseverante y constante del Santo Rosario.

En tiempos pasados de verdad que fue una devoción muy popular y en casi todas nuestras familias de unas dos generaciones atrás, se rezaba todos los días, generalmente al terminar las labores cotidianas y reunidos todos los miembros alrededor de la madre y del padre, si ya éste estaba en casa.

Era un cuadro realmente hermoso y que, desgraciadamente, como tantas otras cosas bellas, va desapareciendo en medio de las afugias y de los afanes de estos días apresurados que ya no nos alcanzan para tantas cosas que creemos importantes, olvidando que lo verdaderamente valioso es el Reino de Dios.

Y María es la ayuda precisa para poder llegar a ese Reino de felicidad que ella nos trajo cuando dio aquel inolvidable: “Sí, hágase según tu Palabra”. Porque además de ser la Madre escogida por Dios mismo para su Hijo, éste nos la dio a nosotros también por madre nuestra al pie de la Cruz, cuando se plasmaba la  redención del mundo.

Y ¿qué madre no quiere lo mejor para sus hijos? Y como ella es casi todopoderosa ya que es, nada menos, que la Reina del cielo, no hay nada que no sea capaz de conseguirnos con su intercesión ante el Divino Rey.

Y como, si fuera poco, es la Reina de los Apóstoles. Desde el comienzo mismo de la vida apostólica y misionera, los discípulos y primeros cristianos, a la muerte de Jesús, se reunían, seguramente en casa de Juan, con María, a hablar, a discutir, a disponer el plan de acción que fuera más eficaz para dar a conocer las enseñanzas del Maestro en el menor tiempo posible y a la mayor cantidad de gente.
Es, pues María, la mujer perfecta, el primer fruto de la redención de Cristo. En ella está realizado plenamente el plan de Dios sobre el ser humano en esta vida: es nuestro modelo perfecto, junto con Jesús. Es el compendio del Evangelio, el resumen de la Buena Nueva.

 Volvamos a esa buena costumbre de la devoción del Santo Rosario en familia; pongamos nuestro corazón en cada una de las aves marías que lo forman y, aunque nunca seremos tan perfectos como ella, sí podremos seguir sus pasos que nos guiarán de manera segura hasta el Reino celestial.
 
¡¡ JESÚS VIVE ¡!

J.RUIZ 

miércoles, 19 de octubre de 2011

LOS ZAPATOS DE LA IGLESIA


Los zapatos de la Iglesia
Ir más allá del prejuicio y del estereotipo es un deporte intelectual muy sano
 
Los zapatos de la Iglesia
Los zapatos de la Iglesia
Vivimos de estereotipos. México es el cactus, el tequila y el sombrerote. China es lo lejano, lo indescifrable. España es el chorizo, el sol y los toros. Alemania es la cuadrícula, la búsqueda de la perfección aritmética...

La Iglesia Católica, para muchos, es una extraña institución que se atreve a contradecir gigantescas opiniones públicas, a desdeñar leyes diseñadas por pueblos de primer mundo ejemplarmente democráticos. Una organización regida totalitariamente por un anciano vestido de blanco, anticuado, conservador, aferrado al pasado...

Ir más allá del prejuicio y del estereotipo es un deporte intelectual muy sano. Requiere su esfuerzo. Hay que ir más allá de las apariencias externas. Significa detenerse, ver, observar, escuchar, profundizar, abrirse... antes que etiquetar con prisas una realidad. Implica acercarse y asomarse al corazón que late escondido ahí dentro... Se puede ser radicalmente distinto, se puede aborrecer tal realidad, pero ponerse en zapato ajeno nunca hará daño a nadie.

Para la Iglesia hay un Dios que existe, creador de todos, que se hizo hombre para dar su vida en rescate de muchos. Un Cristo que viene a destruir con amor, con generosidad, con desinterés, el mal más terrible que aqueja a los hombres, más terrible que el ébola, el cáncer, el ántrax o que el síndrome de inmunodeficiencia adquirida: el pecado, el egoísmo. Porque el pecado es el único mal capaz de destruir el alma y el corazón de una persona. Ningún otro mal lo puede lograr.

Un Cristo que trajo un Evangelio: la Buena Noticia capaz de transformar a la Humanidad, corazón por corazón. Un Dios que ofrece su amistad y que es capaz de satisfacer los anhelos más profundos de felicidad que tienen los seres humanos. Que ofrece el sentido más hondo de la propia vida y que invita abiertamente a una felicidad eterna que la muerte no puede aniquilar.

Un Dios hecho hombre que revela también la verdad sobre el hombre. Que sabe lo que hay dentro, muy adentro, del corazón de todo ser humano. Que está en condiciones de decir al hombre lo que le hace más hombre, más pleno, más feliz; al mundo, lo que le hace más planeta, más sociedad, más familia...

Esas profundas convicciones están muy clavadas en el corazón de la Iglesia y es ahí desde donde busca iluminar. Para ella, su mensaje no es suyo. Es un mensaje prestado. Un talento depositado en sus manos frágiles y temblorosas y que se muere por compartir. Un tesoro que va en vasija de barro y que quema por dentro. Una responsabilidad por hacerlo fructificar, por comunicarlo, por transmitirlo, por dar gratuitamente lo gratis recibido. La Iglesia cree con todas sus fuerzas que Alguien le ha encomendado la custodia y salvación de ese ser tan frágil, tan misterioso, tan imprevisible, tan agónico, tan capaz de lo peor como capaz de lo mejor. Por ese hermano herido y por ese hermano heridor, es que la Iglesia levanta su voz lo mismo en la selva que en el desierto. Y camina, se detiene, se inclina, se descalza, se moja, con tal de rescatar un alma más...

Son los zapatos de la Iglesia. ¿Te los quieres probar un minuto solo?

P. Arturo Guerra, LC
Director de formación del Instituto Cumbres y Alpes Saltillo

martes, 18 de octubre de 2011

OCTUBRE, MES DE LAS MISIONES


OCTUBRE,  MES  DE  LAS  MISIONES



          Tradicionalmente la Iglesia Católica destina el mes de Octubre para vivir un mes de intensificación de todas las actividades misioneras: oración por aquellos valientes, hombres y mujeres, que han dedicado voluntariamente sus vidas a llevar el Evangelio de Jesús a los lugares más apartados de la civilización actual; recolecta de limosnas y donaciones como aporte económico muy valioso para apoyar el desarrollo de la actividad misionera en el mundo; y, en fin, para resaltar el compromiso misionero que cada día se hace más urgente.

          Todos los bautizados estamos consagrados, aunque de manera diferente, para ser enviados a evangelizar. Es la misión que Cristo nos ha confiado de “dar a su servidumbre la ración conveniente y a tiempo” (Lucas 12, 42). La fe no puede ser un tesoro escondido ni una experiencia exclusiva de cristianos encerrados en sí mismos. La fe debe crecer y expandirse al mundo todo, ya que la sed de Dios es inherente a toda la humanidad.

          Y esa misión debemos comenzar a ejercerla en nuestro círculo familiar. En estos tiempos en que todo tiende a acabar con la familia, que es la base y fundamento de la sociedad, es urgente que tomemos conciencia, sobre todo los padres de familia, de la necesidad de evangelizar a nuestros hijos y a nosotros mismos para que todos podamos recibir la Palabra de Dios y con ella la presencia liberadora de Jesús en nuestras vidas.

          Luego, de esta primera y pequeña comunidad familiar, nuestro campo de acción debe extenderse a  la comunidad parroquial a la que pertenecemos y en la que podemos participar de la mano de nuestros pastores y animadores y dirigidos por ellos, ya que su razón de ser es, precisamente, propender por la realización de la misión.

          Esta especie de cooperación misionera sólo la lograremos si vivimos el espíritu de comunidad como lo vivieron los primeros cristianos, apoyándonos unos a otros especialmente con la oración y con la vivencia real de la Palabra de Jesús como El la vivió en su paso por esta tierra y en compañía de sus apóstoles y discípulos.

           Procuremos que este año la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones nos estimule para que cada uno de nosotros y cada una de nuestras comunidades, demos un testimonio efectivo de caridad cristiana que verdaderamente ayude a la expansión del Reino de Dios en la tierra.

           Que María, Reina de los Apóstoles, nos acompañe en nuestro caminar misionero.

           Turbaco. Octubre 18 de 2011



J.RUIZ