lunes, 3 de diciembre de 2012

NUESTRO PATRONO


   SAN FRANCISCO JAVIER
                Patrono de nuestra Parroquia
Hoy celebra la   Iglesia el día de San Francisco Javier, a quien el Papa Pío X  nombró Patrono  oficial de las misiones extranjeras y de todo lo que tuviera que ver con la propagación de la fe.

En este AÑO DE LA FE, en el que el Santo Padre nos pide que, de una manera especial, los católicos dirijamos todos nuestros mejores esfuerzos y nuestras más fervorosas oraciones a buscar la expansión del Reino de Dios entre nosotros, por medio de la evangelización y de la proclamación de la Palabra, siendo testimonios vivos de ella, debemos repetir con el patrono el reclamo del Gran Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizo!” (1 Cor. 9, 16).

Después de haber sido convencido de las vanidades de este mundo, por las repeticiones constantes de la pregunta de Mateo, 6, 26: "de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?", por parte de San Ignacio de Loyola, comprometido en esos días en la fundación  de la Compañía de Jesús, los célebres jesuitas, a Francisco se le cambió totalmente su vida. Comprendió perfectamente, por la gracia de Dios, en unos retiros espirituales, dirigidos por Ignacio,  que, para el hombre, las aspiraciones a honores y bienes materiales no significan realmente nada; que son demasiado efímeros y pasajeros y que existen cosas que son verdaderamente trascendentes y perdurables y son las espirituales que conforman el Reino de Dios y su justicia.

Y, como en el mundo existían tantos hombres que no tenían conocimiento de estas verdades y como éstas eran para todos los hombres, Javier se dedicó por entero a proclamarlas y a vivir únicamente en función de llevar el conocimiento de Dios a cuantas almas le fuera posible. Logró que fuera destinado por Ignacio a evangelizar en el oriente: la India, Japón y China, a donde sólo alcanzó a llegar. Allí, a la vista del inmenso territorio que tanto soñó conquistar, lo encontró  la muerte en medio del ardor del fuego amoroso por Cristo y por los hombres, que lo consumía día y noche y que le hizo ganar el título de “Divino Impaciente”.

En este año de la NUEVA EVANGELIZACIÓN, dirigida muy especialmente a los bautizados que hemos perdido el rumbo por los caminos tramposos de las banalidades de este mundo moderno, materialista, consumista y hedonista, debemos tener a Francisco como nuestro estandarte y adalid en la lucha por comprender la vanidad efímera de todas esas quimeras, para que nos haga comprender, como él lo hizo, que “para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1, 21).

J. RUIZ

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