domingo, 28 de diciembre de 2014

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA

La Sagrada Familia.   "...Cuando se cumplieron los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él".
                                                                 Lucas 2, 22-40
      Hoy celebra la Iglesia la Fiesta de la Sagrada Familia, refiriéndose al grupo maravilloso y santo de Jesús, María y José, y poniéndolos como ejemplo inigualable para todas la generaciones de ayer, de hoy y de siempre. Precisamente estamos en el Año de la Familia con el que la Iglesia católica quiere llamar la atención del mundo sobre la crisis que está viviendo hoy ésta, la institución base de la sociedad, debido a la pérdida de los valores que siempre han hecho de ella la célula cohesiva de todo el andamiaje social. Tan importante ha de ser la familia que Dios mismo, cuando determinó venirse hasta nosotros hecho hombre, lo primero que pensó fue en encontrar una en la cual formarse integralmente como uno de nosotros. Por eso Jesús nació, se crió y se formó durante treinta años, nada menos que para ser el Mesías, el Salvador del género humano, en el seno de la Familia de Nazareth. Allí encontró el modelo de vida contemplativa en su Madre, María, quien meditaba todas estas cosas guardándolas, alegre, confiada y amorosa, en su corazón; y el modelo de vida responsable y de servicio a los demás, en José y en su pesada labor de artesano, que lo hizo fuerte y capaz de cargar sobre sus hombros y espaldas el pesado madero de la cruz, que ya intuía en su futuro de Salvador del mundo. Invoquemos de ellos, de los tres, su ayuda para que seamos capaces de luchar siquiera un poco para emularlos.
Propósito: Hoy haré una oración por las familias que, de alguna manera, han perdido el rumbo para que Jesús, José y María los ayuden a volver al camino de la Casa del Padre.
                 ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
                                                                        Domingo. Diciembre 28 de 2014
J. RUIZ

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