sábado, 4 de octubre de 2014

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA

Verdadera alegría de los discípulos
Verdadera alegría de los discípulos
   "...En aquel tiempo, regresaron los 72 llenos de alegría, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. Él les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos. En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron".
 
           Lucas 10, 17-24
       Los discípulos regresaron felices porque habían tenido éxito en su empresa. Todos sentimos esa satisfacción y esa alegría que produce el saber que de pronto "hicimos" algo que talvez fue bueno para alguien. Pero no se nos debe olvidar que sólo somos un instrumento, una herramienta, más o menos perfecta, en los planes y en las manos del Señor. Él es el verdadero "hacedor" de nuestros éxitos y para Él debe ser todo honor y toda gloria. Además no debemos sentirnos alegres porque nos ha sido dado algún poder, sino "porque nuestros nombres están escritos en los cielos" y porque "muchos quisieron ver y oir lo que nosotros vemos y oímos, pero no lo hicieron". Por eso debemos ser dichosos, porque se nos han revelado muchas cosas que a los grandes y poderosos no les ha sido dado conocer. Y debemos decir: ¡Gracias, Dios mío! Según San Agustín, no podemos llevar en el corazón una palabra más grande y mejor que ésta, ni pronunciarla con los labios, ni escribirla con la pluma.
Propósito: Hoy repetiré cuantas veces lo recuerde: ¡Gracias, Señor!
                  ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
                                                                   Sábado. Octubre 4 de 2014
J. RUIZ

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