domingo, 8 de mayo de 2011

María hija del pueblo elegida por Dios

María, como mujer de su tiempo, conocía muy bien la historia de su pueblo oprimido y esclavo bajo la ley y también la promesa de parte de Dios de un Mesías liberador, anunciada tantas veces por los profetas. Como todas las jóvenes de Israel llevaba en sí la esperanza de su pueblo; esperanza que según las señales dadas y los signos de los tiempos se vería pronto colmada.

El Concilio nos dice que María sobresale entre los humildes y pobres del Señor que esperan la salvación. Su grandeza no se apoya en ningún tipo de poder, sino precisamente en su condición de mujer sencilla del pueblo; y que sólo desde esta misma sencillez sabe reconocer que Dios ha puesto sus ojos en ella y la ha escogido porque ama a los humildes.
Aunque Israel había tenido mujeres grandes como Judit y Ester que habían sido protagonistas en la historia de salvación de su pueblo, las leyes y la cultura judía reconocía y favorecían al hombre más que a la mujer. Pero Dios, que no se deja encasillar por las leyes ni patrones culturales, elige precisamente una mujer para comunicarle su pal de salvación y contar con su colaboración. Esta joven mujer, en un gran acto de libertad y responsabilidad acepta la encarnación del Hijo de Dios en ella, no sin antes haberse informado, preguntando: ¿Cómo sucederá esto…? Mostrando con esta actitud, esa forma especifica de ser mujer libre, consciente de su ser y de sus actos, no desencarnada de la realidad ni la historia.
Por eso después de haber sido instruida por el ángel no duda en poner su fe feminidad y todas sus energías al servicio de Dios y del reino. Este compromiso de María, afectará radicalmente su vida y también la de su esposo San José. Los dos han de asumir esta nueva misión abandonándose plenamente en Dios.

“Por medio de María, Dios se hizo carne; entró a formar parte de un pueblo; constituyó el centro de la historia. Ella es el punto de enlace del cielo con la tierra. Sin María, el evangelio se desencarna, se desfigura y se transforma en ideología, en racionalismo espiritualista”. (Puebla 301)

Tomado de: ¿Quién es María?
Hna. Consuelo Lorenzo G.

  
María orienta la promoción de la mujer

En María Dios dignificó a la mujer y en ella a toda la raza humana, pues asumiendo esa condición Dios comienza a ser uno de nosotros; y así el hombre entra a formar parte de la divinidad. En ella se funden lo humano y lo divino, el cielo y la tierra. Se puede decir que María encarna el evangelio y hace posible el Reino de Dios, porque el evangelio es la misma vida de Jesús y el Reino comienza con Jesús presente ya incluso desde el ceno de María.
La mujer de hoy apoyándose en María, debe seguir tomando conciencia de su dignidad, de su valor como persona para no seguir siendo un “objeto” en la publicidad y en la vida social. La Iglesia en su documentos y mensajes también está aportando esta mayor valoración de la mujer, reconociendo “igualdad de sexos en cuanto a su ser, colaboradora y corresponsable en cuanto a su misión, según su modo propio en el dominio del mundo y la organización de la sociedad y la responsabilidad en cuanto a derechos y deberes”

“María es mujer. Es “la bendita entre todas las mujeres”. En ella Dios dignificó a la mujer en dimensiones insospechadas. En María el evangelio penetró la feminidad, la redimió y exaltó. Esto es de capital importancia para nuestro horizonte cultural, en el que la mujer debe ser valorada mucho más y donde sus tareas sociales se están definiendo más clara y ampliamente. María es garantía de la grandeza femenina, muestra la forma especifica del ser mujer, con esa vocación de ser alma, entrega que espiritualice la carne y encarne el espíritu”. (PUEBLA 299)

Reflexionemos:
¿Nos sentimos elegidos por Dios para servir a nuestra comunidad?
¿En qué nos damos cuenta?
¿En qué debemos servir a nuestra comunidad?
¿Cómo lo estamos haciendo?

Tomado de: ¿Quién es María?
Hna. Consuelo Lorenzo G.

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