domingo, 8 de mayo de 2011

Jesús está en el camino de los hombres (Lc 24, 13-35)

La pregunta más importante que puede hacerse cualquier cristiano es: ¿Dónde está Jesús resucitado? Muchos quisieran que ÉL solamente estuviera en Dios sería más cómodo. Otros quisieran que estuviera en el fondo del corazón de cada uno. También sería cómodo. Otros más, quisieran confinarlo en un templo o encerrarlo dentro de instituciones, estructuras y esquemas. Más cómodo todavía, porque así Jesús estaría enteramente bajo control, lo que le interesaría a mucha gente.

En este punto de su Evangelio Lucas nos muestra los lugares fundamentales donde se manifiesta el resucitado. Primero, se encuentra en los caminos de la humanidad, atento a las aspiraciones y búsquedas de las personas. Después se encuentra en la Palabra, y en la Palabra por excelencia, consignada en la Biblia. Luego, en el gesto del compartir, y principalmente en el gesto del compartir de los cristianos, la Eucaristía. Finalmente, como corona de todas las presencia y confirmación de ellas, Jesús está en el centro del pueblo cristiano, la Iglesia en torno a los apóstoles.

EN EL CAMINO DE LOS HOMBRES (24, 13-24)

Jesús resucitó, pero todavía nadie lo ha visto. Han visto solamente la tumba vacía, es decir, que Jesús no estaba en el mundo de los muerto. Todavía es el primer día de la semana, el domingo, y los discípulos (10, 1) van de Jerusalén a Emaús, aldea donde seguramente vivían.
Jesús se les acerca, como un desconocido, y entra en al conversación, siguiendo el mismo camino. El punto importante es que los discípulos no lo reconocen (ver Jn 1, 26). Parece que es necesario que haya siempre un signo concreto para  manifestarse Jesús a las personas.

Jesús se interesa en el asunto que tratan ellos. Quiere saber lo que les preocupa. Ellos parecen extrañarse: “¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?”.

Comienza entonces el primer anuncio: los discípulos cuentan lo que sucedió. Es importante la presentación de Jesús: un poderoso profeta, es decir, un enviado de Dios. Toda la vida de Jesús que sigue es señalada con cuatro palabras, a saber: obras, palabras, delante de Dios y de todo el pueblo. Es un resumen de lo que Jesús dijo e hizo, cumpliendo el proyecto de Dios a favor de pueblo. Y el testimonio  prosigue: los jefes del pueblo lo condenaron y lo crucificaron. Y, finalmente, la decepción: ellos esperaban que Jesús fuera el Mesías libertador y que Dios lo vengaría el mismo día. Pero ya han pasado tres días… (En aquel tiempo se creía que el cadáver entraba en descomposición después de tres días). Es decir, las esperanzas se habían  frustrado. Algo parece haber sucedido, pues las mujeres no encontraron a Jesús en la tumba, y esto fue confirmado por los discípulos. “Pero a ÉL no lo vieron”. Punto importante. Jesús se encuentra en los caminos de los hombres, pero los hombres todavía no lo reconocen. ¿Qué falta?

LA BIBLIA ANUNCIA A JESÚS (24, 24-27)

El propio Jesús muestra que el camino para entender su persona y actividad es la lectura de la Biblia. En ella está anunciado todo lo que el Mesías enviado por Dios debía realizar. “¿No era necesario que el Cristo padeciera eso, y entrará así en su gloria?”. Esto no quiere decir que Dios hubiera decretado que Jesús fuera perseguido, sufriera y fuera asesinado. No. Dios quería que Jesús realizara su proyecto hasta el fin. Jesús lo realizó y por eso fue condenado y asesinado. Dios no quiso la muerte de Jesús. Los muertos de ella fueron los mantenedores de un orden social fundado en la injusticia. Tañes mantenedores rehusaron el proyecto de Dios anunciado y actuado por Jesús, y por eso lo condenaron a muerte.

A continuación Jesús mismo va mostrando todo lo que en la Biblia se refiere a ÉL. Esto nos muestra dos cosas. Primero, que Jesús realizó lo que Dios pedía y prometía en las Escrituras de su pueblo: libertad y vida para todos. Segundo, nos muestra que las primeras comunidades fueron descubriendo el sentido de la vida de Jesús gracias a la lectura de la Biblia. Esta costumbre de las comunidades dio origen a la Liturgia de la Palabra en nuestras celebraciones. Allí siempre se lee el Antiguo Testamento y el Nuevo, para mostrar que Jesús es el centro de toda la Biblia. La Palabra de Dios en la Biblia es, por tanto, el segundo lugar donde se manifiesta la presencia de Jesús resucitado. Es en la lectura comunitaria de la Biblia (aquí es una comunidad de tres)  donde las personas encuentran al Jesús que da sentido a la vida, principalmente a la lucha por la Justicia.

EL COMPARTIR ANUNCIA A JESÚS


Pero el riesgo es quedarse solamente en una lectura de la Biblia y adquirir muchos  conocimientos sobre Jesús, sin experimentarlo concretamente. ¿Cómo hacer la experiencia? Los dos discípulos parecen haber llegado a su destino. Jesús hace el gesto de seguir el camino. Ellos insisten para que se hospede con ellos. Jesús acepta y se sienta a la mesa con los dos. Y aquí tenemos la celebración de la Eucaristía, la celebración del compartir. Jesús hace los mismos gestos que había realizado en la última Cena Pascual con los discípulos (22, 19): toma el pan, lo bendice, lo parte y lo entrega. En este momento ellos lo reconocen.


¿Por qué solamente en el gesto del compartir es cuando las personas reconocen que Jesús está vivo entre ellas? Porque el compartir es el alma del proyecto de Dios realizado por Jesús. Compartiendo lo que se es (libertad y lo que se tiene (vida) es como todos podrán tener acceso a la libertad y a la vida. Esto nos muestra cómo la Eucaristía tiene un sentido económico y político: ella es el signo del mundo nuevo, donde las relaciones de poder son sustituidas por las relaciones de fraternidad, y donde las relaciones económicas son orientadas por el espíritu del compartir igualitario. Es de este gesto del compartir de donde nace el mundo nuevo y la nueva historia, superando toda la desigualdad generada por el poder y por la riqueza. Y, cuando se habla de compartir, no se trata de bondad o de  generosidad, sino de justicia; porque el don de Dios es para todos, y debe ser compartido entre todos.



Pero queda flotando una pregunta: ¿De qué sirve celebrar la Eucaristía y no realizar en al vida concreta la fraternidad y el compartir que ella anuncia y realiza? ¿De qué  sirve celebrar y no vivir lo que se celebra? ¿Tenemos derecho a hacer esto?

LA IGLESIA SE REÚNE (24, 32-35)

Camino de los hombres, palabra, compartir, y, finalmente, la Iglesia reunida. Los dos discípulos regresan a Jerusalén, al encuentro de los apóstoles, y anunciando todo lo que presenciaron. A su testimonio los apóstoles añaden la confirmación: “Realmente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. De esta manera tenemos el círculo completo: Jesús se manifiesta en el camino de los hombres, y Pedro, el jefe de la Iglesia, puede confirmar esto, porque él mismo ha vivido la experiencia.


En este estrecho del Evangelio tenemos, por tanto, el itinerario de la fe cristiana: caminos de la humanidad, palabra, compartir, Iglesia que confirma. Por encima de todo tenemos al Resucitado, que se manifiesta donde quiera que haya búsqueda y donde quiera que tenga lugar el compartir: compartir de libertad y de vida, fermentando la fraternidad y el compartir de los bienes, para que todos tengan la vida que Dios dio a todos.

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