domingo, 3 de julio de 2016

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA

Enviados y misioneros, debemos ser todos   "...En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid primero: Paz a esta casa.Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: El Reino de Dios está cerca de vosotros. En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca. Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.Regresaron los 72 alegres, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. El les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos."                                                                                                                              Lucas 10, 1-12. 17-20
        La cifra de setenta y dos discípulos enviados por Jesús a proclamar la Buena Nueva es un número simbólico dentro del cual nos podemos incluir todos los que nos llamamos cristianos. Es un deber de todos y de cada uno de nosotros el llevar el Evangelio de Salvación a los que, por cualquier causa, aún no lo conocen, comenzando por nuestras familias y por quienes están a nuestro alrededor. Y, cómo nos enseña Jesús, no debemos alegrarnos tanto del éxito que podamos obtener y de que "hasta los demonios se nos sometan en tu nombre", sino de que hayamos sido escogidos para ser dispensadores de la Misericordia del Padre como fuente de salvación para todos. 
Propósito: Hoy trataré de ser consciente de mi deber misionero y de sentirme orgulloso de ello.
                     ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
                                                                           Domingo. Julio 3 de 2016
J. RUIZ

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