viernes, 6 de febrero de 2015

UN TIEMPITO PARA DIOS Y SU PALABRA

Muerte de Juan, el Bautista.   "...Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas. Otros decían: Es Elías; otros: Es un profeta como los demás profetas. Al enterarse Herodes, dijo: Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: No te está permitido tener la mujer de tu hermano. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le juró: Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino. Salió la muchacha y preguntó a su madre: ¿Qué voy a pedir? Y ella le dijo: La cabeza de Juan el Bautista. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura".
                                                                                                         Marcos 6, 14-29
       El Evangelio de hoy nos presenta una situación para imitar y otra para lamentar y nunca tratar de imitar. Para lamentar: la cobardía de Herodes que, aunque gustaba de escuchar a Juan, lo mantenía encarcelado porque le decía la verdad que no quería escuchar; y, por miedo al "qué dirán", lo hizo decapitar para satisfacer el capricho de su concubina. Y, para aplaudir y tratar de emular, la coherencia de vida de Juan, la integridad con  que le cantaba la tabla a Herodes, aunque era el Rey, y el valor con que supo ser testigo, aunque ello le costara su propia vida. Pidamos al Espíritu Santo el valor para ser testigos, sin importarnos burlas o persecuciones, ni que podamos ser despedidos de nuestro trabajo,  o excluídos de alguna manera. 
Propósito: Hoy trataré de ser coherente en mi vida personal y cotidiana.
                 ¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
                                                                        Viernes. Febrero  6 de 2015
J. RUIZ

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