domingo, 2 de marzo de 2014

DIOS Y LAS RIQUEZAS

EL BECERRO DE ORO

No podéis servir a Dios y al dinero
                                                                                            José Antonio Pagola

Los llamados «países libres» de occidente somos más esclavos que nunca de un «capitalismo sin entrañas» que, para procurar el bienestar relativo de mil millones de personas, no duda en condenar a la miseria a los otros cuatro mil quinientos millones que pueblan la tierra.

Los datos nos dicen que, poco a poco, pero de manera inexorable, «el pastel se reparte cada vez entre menos bocas». Aquella Europa que hace unos años ofrecía «acogida generosa» a trabajadores extranjeros que llegaban a realizar trabajos que nadie quería, dicta hoy «leyes de extranjería» para poner barreras infranqueables a los hambrientos que nosotros mismos estamos contribuyendo a crear en el mundo.

¿A quién le importa en Europa que dos continentes enteros —África y América Latina— tengan hoy un nivel de vida más bajo que hace diez años? ¿Quién se va a preocupar por los catorce millones de niños que mueren de hambre cada año, en esta Europa en la que sigue creciendo el rechazo racista, a veces de manera descarada y casi siempre maquillada de mil formas diferentes?

La Iglesia no puede hoy anunciar el Evangelio en Europa sin desenmascarar toda esa inhumanidad, y sin plantear las preguntas que apenas nadie se quiere hacer.

¿Por qué hay personas que mueren de hambre, si Dios puso en nuestras manos una tierra que tiene recursos suficientes para todos?

¿Por qué tenemos que ser competitivos antes que humanos? ¿Por qué la competitividad tiene que marcar las relaciones entre las personas y entre los pueblos, y no la solidaridad?

¿Por qué hemos de aceptar como algo lógico e inevitable un sistema económico que, para lograr el mayor bienestar de algunos, hunde a tantas víctimas en la pobreza y la marginación?

¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumismo como «filosofía de la vida», si está provocando en nosotros una «espiral insaciable» de necesidades artificiales que nos va vaciando de espíritu y sensibilidad humanitaria?

¿Por qué hemos de seguir desarrollando el culto al dinero como el único dios que ofrece seguridad, poder y felicidad? ¿Es ésta, acaso, «la nueva religión», que hará progresar al hombre de hoy hacia niveles de mayor humanidad?


No son preguntas para otros. Cada uno las hemos de escuchar en nuestra conciencia como eco de aquellas palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios y al Dinero».

Bajado por: J. RUIZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario