Como decía y hacía la Madre Teresa de Calcuta, "hay que dar hasta que duela". Si, después de dar nuestra ofrenda, al templo o a los necesitados, de lo que nos sobra, lo que apenas es justo, y no nos duele, es porque aún no es caridad, aún podemos dar más, dar de lo que nos hace falta, si vemos que otro lo necesita. Como la viuda del relato. Ella no se fija que al dar esas dos moneditas, "todo lo que tenía para vivir", talvez se va a ver en problemas para su subsistencia. Ella sólo ve, sólo se fija, en que otro lo necesita. Y lo deposita casi a escondidas: no le interesa que nadie vea su actitud, no tiene ningún interés en lo que hace, distinto a colaborar, a ayudar. Pero Jesús, "que ve lo escondido", sí se da cuenta y valora el gesto generoso y desinteresado de la mujer, por encima de los que, de lo que les sobra, echan grandes cantidades. Pensemos un poco en la escena evangélica de hoy y comparémosla con lo que ocurre cuando somos nosotros los que damos alguna ofrenda, alguna limosna, y miremos a quién nos parecemos más: a quien da hasta lo que no tiene, aunque le duela, o a los que dan sólo de lo que les sobra y no les hace falta.
Propósito: Hoy procuraré que la ayuda que pueda prestar a alguien sea sin ninguna condición.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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