Todos somos, de alguna manera, leprosos. Llevamos en nosotros los signos de la muerte que es inevitable: enfermedades, suicidios, drogas, matrimonios deshechos. Unos pueden ser morales y otros físicos, pero son nuestra realidad de cada día. Y Jesús sigue pasando, "bajando del monte", talvez en espera de que le digamos, como el leproso: "Señor, si quieres puedes limpiarme". Pero nosotros, con nuestra soberbia y autosuficiencia, creemos que somos capaces de hallar la curación a nuestros males. Pero no es así. San Agustín decía: "Aquel que te creó sin ti, no te salvará sin ti". Es necesario que seamos capaces de un acto de humildad que nos haga reconocer nuestra nada, nuestra pequeñez, nuestra insignificancia, y nos anime a hacer la petición al que todo lo puede. Y Él, que es compasión y misericordia, con toda seguridad nos dirá como al leproso: "Quiero, queda limpio".
Propósito: Hoy pediré al Señor su ayuda para poder curar "mi lepra" (vanidad, ira, desprecio a los excluídos).
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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