Juan 20, 1-2. 11-18
Los discípulos, con Pedro y Juan a la cabeza, constataron que el cuerpo del Señor no estaba en el sepulcro, y se marcharon a casa. Pero María no se fue. Se quedó junto al sepulcro llorando y pensando dónde podría estar su Señor para llevárselo. De verdad estaba enamorada de Jesús. No se encontraba a sí misma sin Él. No veía el camino a seguir, después de haber seguido sus pasos por los polvorientos senderos de Galilea. La luz se había ido y las sombras lo envolvían todo. Era la "noche oscura" de su alma. ¡Qué ejemplo magnífico para nosotros que nos decimos seguidores del Maestro! Es el momento de preguntarnos si también a nosotros nos hace tanta falta sentir con nosotros la presencia viva de Jesús para levantarnos cada día, dispuestos a reconocerlo en cada uno de los rostros necesitados que se cruzan por nuestro diario caminar y a ejercitar con ellos nuestra compasión y nuestra misericordia. Si lo sentimos así, seguramente podremos ser, como ella, misioneros, proclamar que "hemos visto al Señor y nos ha dicho estas palabras".
Propósito: Hoy recapacitaré detenidamente sobre la falta que me hace la presencia permanente de Jesús.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
Viernes. Julio 22 de 2016
J. RUIZ
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