La vida de la Iglesia y los programas de ayuda material a los necesitados, que mantiene alrededor del mundo, es verdad que se apoyan, principalmente, en la generosidad de los que tienen mucho y que, por lo mismo, pueden dar mucho. Pero la vida espiritual, la savia que la mantiene con vida y creciendo siempre, está determinada por el "dolor" que sienten aquellos que, como la viuda de Sarepta, o la del Evangelio de hoy, dan hasta que les "duela", dan lo único que poseen, aunque sea para su propia supervivencia, en una palabra, "se dan" a sí mismos como ayuda a los demás, sin ninguna contraprestación y sin pensar en sí mismos. Es el egoísmo, el pensar primero en nosotros que en los demás, lo que hace que cualquier acción, por maravillosa y significativa que pueda parecer, pierde toda su eficacia, convirtiéndose en un simple negocio, siempre en beneficio propio.
Propósito: Hoy mi oración será: ¡Señor, ayúdame a olvidarme de mí mismo! Y a verte primero a Tí, en el otro.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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