Siempre me ha admirado de este pasaje dos cosas, o, mejor, dos actitudes: la reprochable de los aparentes desprecios y dureza de Jesús hacia la mujer de otra raza, y la admirable de fe y humildad con que ella lo desarma totalmente. Pero la de Jesús vemos que sólo es apariencia para probarla a ella y mostrarnos a nosotros que las cosas del Reino son para todos sin excepción y sin exclusivismos de nacionalidad, raza o color, y que para conseguirlas sólo necesitamos lo que a aquella mujer le sobró: fe y humildad, frutos del amor por su hija enferma y de la confianza en el poder de Jesús. Además podemos ver el poder de la intercesión: aquella mujer no pide para ella directamente, sino por el bienestar de su hija endemoniada.
Propósito: Hoy pediré al Señor me permita ser como "el perrito que come las migajas que caen de su mesa".
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO COMPARTO !
J. RUIZ
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