El más feliz no es el que más tiene, sino el que menos necesita. Otra vez, en este Evangelio, se pone de presente esta verdad. "El joven se fue triste, porque era rico". A pesar de que había cumplido con los mandamientos de la Ley de Dios, él sentía que le hacía falta algo. Y, cuando el Señor le dice que lo que le falta es desprenderse de lo que tiene, "se fue triste". Las riquezas, las posesiones de bienes materiales, por sí solas, no son garantía de felicidad. O sea que no son necesarias para ser felices. Más bien estorban porque no nos dejan ampliar nuestro horizonte, nos limitan al mantenernos pendientes de su cuidado. La clave está en decidir qué preferimos: si a Jesús - y teniéndole a Él, lo tenemos todo y para siempre -, o las riquezas que nos darán una cierta seguridad de bienestar y satisfacción, pero sólo mientras estemos en la tierra. Preguntémonos: "¿Qué me falta?". Y escojamos la respuesta.
Propósito: Hoy procuraré dar la menor importancia a las cosas, pocas o muchas, que poseo.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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