Definitivamente no vinimos al mundo para acumular riquezas, ni para cosechar triunfos, ni lograr éxitos resonantes en las cosas que se han de acabar, que no han de durar más allá de esta vida. Según las enseñanzas del Maestro, nuestro fin aquí es lograr la fraternidad que nos permita vivir en comunidad verdadera, en la que todos tratemos de compartir lo mucho o poco que tengamos con los que menos o nada tienen, para conseguir así un mayor bienestar y una vida más digna para todos. Pero esto no lo estaremos haciendo gratis: Jesús, ante la inquietud de Pedro que le recuerda que ellos lo han dejado todo por seguirle, le promete, nos promete que, como recompensa, tendremos el ciento por uno aquí en la tierra, y después, la vida eterna. Nada menos. ¿Vale la pena cambiar cosas perecederas por cosas que no se acabarán nunca? Pero hay un costo: con las cosas que nos promete vendrán también persecuciones. Y el paquete es completo: no podemos quedarnos sólo con lo que nos satisface. Hemos de aceptar también los riesgos y la cruz que ello significa. Pero de todas maneras creo que el negocio no tiene pierde: cambiar lo que se acaba (las cosas de este mundo) por lo que no tendrá fin (la vida eterna). ¡Vale la pena!
Propósito: Hoy revisaré si he sufrido alguna "persecución".
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
MES DE MAYO: VIRGEN DE LOS MILAGROS, RUEGA POR NOSOTROS
J. RUIZ
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