Lucas 2, 36-40
Toda una vida esperando con su lámpara encendida, como las vírgenes previsoras de la parábola, tuvieron su recompensa al permitirle Dios a Ana, la profetisa, reconocer en ese niño que llega al templo en brazos de su madre, al Mesías, el Salvador de la promesa. Su corazón se inunda de alegría y comienza a hablar de Él, compartiendo esa felicidad, a todo el que se pone en su camino. Así debemos nosotros llevar y compartir la alegría de la Buena Nueva que estamos celebrando con la conmemoración del nacimiento del Niño Jesús, a todos los que por cualquier motivo no lo han recibido. Esa alegría no se puede quedar egoistamente dentro de nosotros, debe ser para todos porque para todos es la salvación prometida a nuestros padres.
Propósito: Hoy quiero ser mensajero y testigo de la alegría de la presencia de Dios entre nosotros.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
Martes. Diciembre 30 de 2014
J. RUIZ
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