Lucas 4, 38-44
El Reino de Dios que Jesús proclamaba ya estaba entre nosotros. Así lo demostraba Él mismo con las maravillosas curaciones de todos los males, del cuerpo y del espíritu, que realizaba en todos aquellos que, por sí mismos o por otros le eran llevados. Pero la curación era, casi siempre, personalizada: imponía sus manos a cada uno en un encuentro personal que los dejaba limpios de alma y cuerpo, y con la paz que tanto habían buscado. También nosotros, como los enfermos de todos los tiempos, necesitamos ser sanados en un encuentro personal que, de alguna manera debemos buscar ya que Él está siempre dispuesto y presentándosenos de muchas formas: la lectura atenta y frecuente de la Palabra, la oración diaria en encuentro personal con Él, en la ayuda desinteresada y afectuosa a alguien necesitado, en la protesta firme por una actuación injusta. Mantengamos los ojos del corazón abiertos y podremos sentir su presencia atenta y permanente en todas partes.
Propósito: Hoy trataré de sentir la presencia de Jesús en lo que haga.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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