Con seguridad, no hay mayor dolor que una madre tenga que enterrar a su hijo. Lo normal es que el hijo sepulte a su madre. ¡Y a más de eso ver cómo su hijo es torturado! María debió sentir muy hondo en su corazón de madre, aquel puñal que le profetizó Simeón el día que presentó a Jesús en el templo. Pero ella todo lo había aceptado sin discusión: "Hágase en mí según tu palabra". Era la voluntad del Padre y para ella no había más. Y así, uniendo su dolor al de su hijo, se hizo corredentora de la humanidad. Y, también nosotros, si llevamos nuestros dolores con amor, en lugar de renegar de ellos, podremos ser corredentores con Cristo y su Madre en el Proyecto del Padre para la salvación del mundo. María, más que Nuestra Señora de los Dolores y de la Soledad, es Nuestra Señora de la Esperanza.
Propósito: Hoy pediré al Señor la fuerza necesaria para soportar con buen ánimo el dolor y la soledad que pueda enviarme: quiero ser corredentor.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
J. RUIZ
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