Lucas 7, 1-10
El Evangelio de hoy nos enseña cómo debemos orar, cómo debemos dirigirnos a Dios: con fe y humildad. La humildad de aquel jefe militar romano era tal que no se consideraba siquiera digno de que la grandeza de Jesús entrara a su casa y su fe le hizo decir que, para sanar a su siervo, no tenía necesidad de ir hasta allá, sino que, si lo decía, desde aquí se haría así. Con razón dice Jesús que "ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande". Aprendamos, pues, a acercarnos a Él en nuestras tribulaciones, no como exigiéndole el cumplimiento de alguna obligación, sino reconociendo nuestra indignidad para que llegue hasta nosotros, y pidiéndole con humildad su ayuda y su compasión que, como veíamos ayer en la parábola del Hijo Pródigo, son infinitas y nunca nos serán negadas.
Propósito: Hoy reconoceré en mi oración la bondad inmensa del Señor que se preocupa por mí, sin ser digno de ello.
¡ FELIZ DÍA, JESÚS VIVE Y YO LO CREO Y LO PROCLAMO !
Lunes. Septiembre 16 de 2013
J. RUIZ
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